domingo, 18 de mayo de 2008

ESAS ESES

Sus ojos oscuros de mirar sedoso, resaltaban fulgurantes en su carita morena. Oscurito era el bebé y su piel suave en su resplandeciente semblante. Los visitantes se aproximaban a su cuna y su simpatía se hacía patente. Solo como estaba, en aquel hospital y tan chiquitín como era, escasos eran los que pasaban de largo.
Domingo de Pascua… alguien le dio un huevo de chocolate. Su sonrisa se amplió y su manita estrechó el regalo amorosamente. Sus visitantes se fueron, dejando al niño solo, con su pijama amarillo y el huevo de Pascua en la mano. Muy morenito de piel y de ojos negros, pijama amarillo.
Pasaron unos instantes y el panorama cambió. El pijama y el bebé eran, ahora, del mismo color: marrones. El huevo había desaparecido y la sonrisa del niño era, si cabe, todavía más contagiosa. Los ojos los mismos, grandes blancos con fondo negro suave.

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