lunes, 17 de enero de 2011

QUERIDOS LIBROS

Habían tenido un hermanito, pero estaban desconcertados. No era como ellos.
Moraban juntos y apretujados en la vieja biblioteca y en la mesa, al lado de la ventana y del flexo donde sus lectores se sentaban, justamente en la noche de Reyes, había aparecido su nuevo hermano. Notaron muy pronto que al recién llegado no lo querían todos por igual.
Ellos, los de siempre, gozaban con frecuencia de momentos felices los acariciaban y leían con todo cariño y devoción. La joven Ángela, adolescente todavía, se los acercaba a la cara y disfrutaba, incluso, con su aroma. Con frecuencia cogían a uno de ellos y lo llevaban a la mesilla de algún dormitorio, donde acariciados y disfrutados a diario, pasaban temporadas más o menos largas, para luego pasar de unas manos a otras y sufrir un pequeño traslado.
Tenían también enemigos, había alguien que, obligada a quitarles el polvo, lo hacía siempre protestando con amargura. En esos momentos se sentían despreciados y llegaron a sufrir insultos: “Trastos inútiles” solía llamarlos… pero esto lo iban superando. No era definitivo para ellos.
Les preocupaba la llegada de aquel extraño compañero. LIBRO ELECTRÓNICO, se llamaba y no como ellos que tenían cada uno un nombre. El Quijote, El Niño del Pijama a Rayas. Ana Karenina. Las Cartas de mi Molino… miles y todos perfectamente identificados y con un autor, cuyo nombre estaba siempre en lugar destacado. Había colecciones en las que iban encuadernados de uniforme; mismo color, mismo tamaño y estos estaban siempre juntitos como almas gemelas, que eran.
Otros eran menos elegantes finitos o gordos, distintos… pero todos queridos y respetados.

Pero el nuevo… con ese nombre tan raro: Libro Electrónico. Parece que su frío apelativo se debía a que los tenía a todos ellos cautivados, dentro de él.
Quizá su porvenir estuviera en el aire, empezaron a temer… y pasó el tiempo… y nada ocurrió. Casi todos sus amigos humanos los seguían llevando con ellos y disfrutándolos. Incluso alguno les manifestó su amor material y físico y les hizo saber que nunca, nunca podrían vivir sin ellos. ¡QUERIDOS LIBROS, COMPAÑEROS DE LA VIDA!

domingo, 16 de enero de 2011

NOWADAYS

Hoy uno de los temas de actualidad es el cambio que la sociedad ha experimentado en los últimos, digamos 50, años. Yo doy fe de ello.
Las mujeres habíamos nacido para descanso de los burros o eso decía un conocido mío allá por 1963.
De hecho, su mujer, (nunca su mujer de hecho, algo inconcebible entonces) a la que yo trataba por aquellos días, estaba muy triste porque su querido e irresistible (pensaba ella) esposo le era infiel. Su reacción no era mandarlo a tomar todos los vientos del mundo y pasar olímpica y definitivamente de él. Se limitaba (¡OH!) a no pintarse los ojitos para poder llorar sin que se le pusiesen pitañosos. Yo aunque era más o menos de su misma edad, me estremecía al verla y no, precisamente, de gozo; yo diría que de ira.
Fue, la nuestra, una generación muy culta, muy bien preparada.
De mi bachiller, por ejemplo, salíamos con un dominio total del idioma francés. Una amiga consiguió una buena colocación en Suiza, donde al cabo de unos meses se consagró como una buena profesional que cumplía con su cometido con eficacia; cuando iba a acceder a un puesto y un traslado mejor surgió el problema. No éramos mayores de edad hasta los 21 y el padre por miedo a que se afianzara en otro país, o aún peor que se casara allí, la obligó a volver a España.
Por añadidura el dinero, entonces, no daba para los lujos que ahora tiene los jóvenes, incluso los que no trabajan, y si los padres podían pagar UNA carrera, una sola, esta era para el hermano varón… la niña ya encontraría un buen marido y ¡listo!
Cómo tontas no éramos nos defendíamos con ahínco y la mayor parte de mis compañeras llegaron a tener puestos relevantes después de haber estudiado con muy poca ayuda de los padres y financiándose con algún trabajo simultaneo.
Yo misma, con padre y madre universitarios, tenía hermanas mayores que al igual que mi hermano estudiaban carreras superiores. En mi casa era muy frecuente oír: “No hagáis ruido que vuestro hermano está estudiando” o “callaros que está hablando vuestro hermano”.
El hermano, en cuestión, tuvo el suficiente sentido común para no ejercer de prepotente y ser un hombre decente, pero la educación que nos daban era esa.
Los anuncios de antes son muy indicadores de la situación del momento y no toco el tema porque sale alguno (anuncio), como muestra, en la TV, con bastante frecuencia.
Ahora estamos a la espera a ver que resulta de la educación que estamos dando a nuestros nietos ¡Dios nos coja confesados!

miércoles, 12 de enero de 2011

BABIA

Yo tengo una amiga que tiene una hermana, que tiene un marido que se llama…: y ¡ahí está el problema! … no lo recuerdo. Yo se que es un nombre de mujer en principio, masculinizado y dado mi despiste y desmemoria cuando tengo que preguntar por él (y ya me ha pasado dos veces), poniéndome muy fina digo: ¿y Margarito, cómo está? (tiene más de 90 años) Y ahí viene el pitorreo, la risita y un buen corte para mí. Lo más seriecitos que pueden me dicen: “se llama CRISTINO”
En otra ocasión en una reunión de familia (lejana) me interesé por “el tío Tom” y se hizo un silencio glacial; el Sr., en cuestión, morenito y de hablar cubano se llamaba Claudio, ni más ni menos y lo de Tío Tom era una ironía familiar que yo no había captado.

Años atrás teníamos una amiga inglesa que se llamaba Connie y siempre al hablar la nombrábamos “Coni Puneti”. Un día vino a vernos la inglesita y afortunadamente, en cuanto se fue, mi madre dijo: “Hay que ver esta chica tan maja como puede tener un nombre tan horrible:¡Connie Puneti!”

Mi despiste me viene por herencia materna, me temo.
Quizá deba yo, como propósito de Año Nuevo, aprender de memoria un pedacito de listín de teléfonos, cada día, e intentar así fortalecer mi memoria y tratar de disipar un poco mi despiste.