domingo, 15 de julio de 2012

CLASES BAJAS vs. REALEZA



Era divertido, me encantaba: iba con mi padre a la Plaza Mayor de Madrid, en Navidad, y nos instalábamos enfrente de los vendedores de pavos; vestidos con un gran blusón negro, típico como el bastón que esgrimían.
Solían exhibir su bandada de diez o doce animales que serían, uno a uno, el invitado de honor a la hogareña cena de Navidad.
Los pavos en grupo y tranquilos no parecían presentir su protagonismo y yo que era una niña tampoco lo pensaba. Me enseñó mi padre a mantener con los tontorrones bichos peculiares “conversaciones”.
A mis: “Glo, glo, glo, gloo” contestaban todos a una y exactamente tal y como yo lo había dicho. Una y otra vez hasta que me cansaba y nos marchábamos a ver los puestos de figuritas para el Nacimiento, los trozos de corcho y mil cosillas que me encantaban.
Eran pavos de “clase baja” pero correctos y buenos conversadores, jamás dejaban sin respuesta.

Hoy todo ha cambiado, hemos subido de categoría: ya no hay quien vea un pavito de los de antes como no sea en el súper y despojado de sus simpática capacidad de “gloguear”, de eso y de todo lo demás: plumas, cresta roja… en fin: de vida.

Estoy en Jerez y me trato ahora con la aristocracia: son Pavos Reales.
Bonitos y engreídos pero malos conversadores. Ya no es como antes; no son simpáticos, lanzan unos ruidos que parecen maullidos, despojados de toda gracia y dignidad.
Yo… prefería los de antes. Mis pavos negros de cresta roja y colgona… incapaces de dejar a una niña sin respuesta.

Va a resultar cierto: “cualquier tiempo pasado fue mejor” ¡Oh dolor!
Ángela.

domingo, 18 de marzo de 2012

PIELES DE "LEOPOLDO"

Con la edad se aferra uno/una a lo que puede.
Era yo joven todavía (treinta y...) y vivía en Motril. Tenía una amiga (una de mis "chipicientas" mejores amigas) que era pizpireta y monilla. Bajita, sólo se apeaba de los tacones de catorce centímetros para encaramarse a los de diez, para las grandes caminatas. Era guapa de cara y muy andaluza de: aspecto, habla y hechuras; la "mátapelo" (negro naturalmente) era uno de sus atractivos y ella lo sabía. Le gustaba la ropa ligeramente insinuante y sobretodo las telas con motivos animales: leopardo, tigre, pantera más o menos salvaje y pieles de "leopoldo" en toda su gama.

Yo, a su lado, me paseaba tranquila con calzado y atuendos de lo más deportivo y sin darme cuenta influía bastante en que ella vistiese también de una forma más sencilla.

En la zona de Motril/ Almuñécar son bastante "elementales" en la forma de hablar y no tienen, como se suele decir "pelos en la lengua".
Un día bajábamos por una de las empinadas cuestas de cerca del cementerio de la ciudad sexitana y nos sorprendió una sarcástica preguntita dicha en un tono alto y destemplado por alguien de allí: "¿Pues,.. no parece que se va cagando?"

Era milagroso que no se matase con semejantes tacones por esas callejucas tan abruptas. Todas nos quedamos bastante cortadas y mi amiga bajita y entaconada supongo que la que más, pero ni aún así renunció a sus hermosos tacones.

Se fue a vivir a Nerja y cuando la vi, años más tarde, la piel de bichitos salvajes (como los limones del Caribe), lucía por todas partes en su hogar: bata de piel de leopardo, bikinis atigrados, zapatillas de tacón y bandejas igualmente aleopoldadas; hasta los papeles de envolver lucían la misma tendencia.
Me sigue llamando la atención, años más tarde, que las telas/ pieles sigan siendo vendidas como algo muy sexi ¿Qué señora mayorcita que se precie no tiene en su vestuario alguna prenda de manchitas negras o amarronadas? Las gordezuelas especialmente y estas vestimentas les parecen "ceci" o sea sexi en andaluz... y yo me pregunto; ¿Son sexi de sexo o "ceci" de cecina?
... Y después de preguntármelo me hago otra pregunta más; recriminatoria ahora. "¿Ángela, por qué tienes tan mala uva?"
Así es que Vds perdonen y no me hagan caso ¡Para nada!

Ángela Magaña.

miércoles, 7 de marzo de 2012

¡FELIZ CUMPLEAÑOS A PABLO!

Había una vez una abuela que quería ser una niña. Empezó a dormir con peluches y a no querer pensar en problemas “de mayores”.

Los niños que son los más listos, fueron los primeros en darse cuenta y empezaron a jugar con ella y a preferirla a los demás mayores que eran bastante “plastas”.

La abuela parecía cada día más jovencita, lo malo es que siguió descumpliendo años. Se igualó primero a su nieto mayor que tenía diez años y resultó que eran auténticas almas gemelas. Era genial estar juntos, lo pasaban de miedo hablando o jugando. La abuela, además, seguía sabiendo muchas cosas de las que había aprendido en su antigua, larga vida y ¡claro! a la hora de hacer deberes ayudaba un montón y se sabía un montón de triquiñuelas para todo.

Lo malo es que el tiempo seguía pasando y dos años más tarde Alejandro resultó tener doce años y en cambio la abuela sólo tenía ocho… Lógicamente empezaron uno y otra a preferir otros amigos de su misma edad.

La abuela se puso pronto en la edad de su nieto Pablo y ¡eso fue genial! Pablo, tan simpático listo y guapo resultó ser un amigo estupendo. Se hicieron los mejores colegas y compañeros. El mismo día, exactamente el mismo, celebraron los dos su cumpleaños número siete.
Dos tartas gemelas con siete velitas cada una y una fiesta estupenda que Pablo y la abuela compartieron entre juegos y risas el día 23 de Marzo de 2012.

Durante algún tiempo, todo siguió igual pero Pablo que era un niño muy listo siguió creciendo y aprendiendo cosas en el colegio y en cambio la abuela, que descumplía años empezó a olvidar mucho de lo que un día supo.

Ya sólo le quedaba a la pobre ex –anciana un nieto más pequeño que era Santiago y la historia volvió a repetirse. Santiago era un bromista pillín y hacían, sin parar, rabiar a los mayores. ¡Divertidísimo!

Más y más pequeña la pobre abuela tuvo que aprender a andar y empezó a tener que llevar pañales y a olvidar ¡cómo se hablaba! Lo más que decía era: “gugu… tata”” más tarde empezó a soltar “ajos” y pucheritos al llorar y risitas tontas por cualquier cosa.

Un día se vio en la obligación de mamar ante una teta muy gorda y le entró tanta angustia que se despertó de repente y comprobó con alegría que todo había sido una terrible pesadilla.

Abrazó a sus tres queridos nietos. Felicitó a Pablo en su cumpleaños y le dio gracias a Dios de seguir siendo una abuela normal, tan arrugadita y tan canosa como era de esperar… y colorín colorado este cuento se ha acabado.

ÁNGELA MAGAÑA

martes, 7 de febrero de 2012

ADRIÁN Y SU COCODRILO

ADRIÁN Y SU COCODRILO.

Erase una vez un niño de 2 años que se llamaba Adrián.

A Adrián le gustaba mucho bañarse en la piscina con su padre. Un día estaba en el agua jugando con su papá y de repente vio un cocodrilo chiquitín nadando junto a él. Pensó que se habría escapado de una camiseta muy linda que él tenía, porque eran casi iguales.

Lo cogieron con mucho cuidadito y se lo llevaron a la mamá que estaba al borde de la piscina con una toalla para que el niño no pasase frío.

Resultó no ser un cocodrilo sino un camaleón también chiquitín.

Los dos, el niño y el camaleón, se hicieron muy amiguitos. Salían a la calle de paseo o iban a la “guarde” juntos y como los camaleones cambian de color, el bichito se ponía del mismo color que el jersey del niño y se reían mucho porque nadie lo veía nunca y así jugaban al escondite y lo pasaban muy bien y... colorín, colorado este cuento se ha acabado.

Ángela Magaña.

jueves, 26 de enero de 2012

UNA SEÑORA DEL MONTÓN (Corregido)

UNA SEÑORA DEL MONTÓN

Marta viajaba con su marido.
Se sintió enternecida por el hecho de ver a aquel anciano viajar tan solo.
Hacía, no obstante, las comidas en la mesa del capitán. Sin embargo no pensó ni por un segundo que se tratase de un personaje ciertamente ilustre.
Le atrajo su aspecto serio y su aire intelectual. Su pelo blanco, su tez y ojos claros, su avanzada edad inspiraban confianza y se le acercó. Llevaba en la mano un libro: “La fiesta del Fauno” que sirvió de tema de conversación. ”Demasiado descarnado. Muy fuerte” dijo él y “encima basado en hechos lamentablemente reales” y confesó haber sido incapaz de acabarlo.

Las horas de navegación eran muy placenteras; las verdes costas noruegas, los penetrantes fiordos por los que el barco se deslizaba; las frondosas paredes de riscos interrumpidas a veces por trepidantes caídas de agua. Todo un espectáculo. Una alegría el grito del capitán por los altavoces del barco: ¡“Balena al sinistra”!

Cuando hacían alguna excursión por tierra el anciano se limitaba a algún corto paseo, siempre tranquilo como si emanara paz. No participaba en las visitas a glaciares, ni en nada en lo que hubiese que esforzarse. Dedujo ella que su corazón no andaba sobrado de bríos.

Un día visitaban las Islas Lofoten donde las casas de los antiguos pescadores de bacalao se elevaban, sobre pilares, en el agua misma. Ella al ver que todo el mundo (excepto él) hacía fotos o filmaba, se le acercó llevando su cámara y le dijo amablemente: “¡Ahora te toca a ti!”

El crucero por el Mar del Norte terminó sin que hubiesen tenido otra cosa que breves encuentros. No sabía Marta a que se dedicaba el buen señor, ni habían tenido tiempo de charlar demasiado. Se llamaba Antón Menchaca Careaga. Era afable, culto y muy agradable y ahí se acababa lo que sabía de su nuevo amigo.

A la hora de despedirse ella le pidió la dirección y eso fue todo.

Marta y su marido pasaron después unos días en Santander y volvieron a su casa en Motril.
Ordenó ella los recuerdos, los múltiples: “Today” en los que se desgranaban, día a día, las actividades y excursiones del maravilloso crucero que acababan de disfrutar.
Al ver las fotos de Antón pudo comprobar que no había salido especialmente favorecido. A pesar de todo se quedó con una como recuerdo y le mandó las demás junto con una carta en la que le contaba como había terminado aquel fantástico mes de agosto.
Ahí empezó todo.

Antón Menchaca resultó ser un hombre de mar por vocación. Por sus estudios en las Escuelas Militares de Cádiz y Marín había llegado a Capitán de Corbeta y completado estudios de Humanidades en Oxford y Derecho en la Complutense de Madrid.
Pero todo esto Marta lo desconocía y su sorpresa fue mayúscula cuando en respuesta a su humilde carta con unas irrelevantes fotos contestó él con una preciosa y expresiva misiva y con una de sus novelas porque también resultó ser ¡un escritor consagrado! Fundador de “Cuadernos para el Diálogo” y colaborador en el nacimiento del diario “El País”, pero esto todavía era inédito para Marta.

Inocentemente ella le envió (para corresponder) la novela que acababa de leer. “Dios vuelve en una Harley”. En esta novelita Joan Brady presenta a su protagonista: Christine de 37 años, poco atractiva y poco esperanzada de encontrar al hombre de su vida, pero Dios vistiendo chupa de cuero y cabalgando una imponente Harley Davidson se presenta en su entorno y con gran sencillez le va dando unas normas de vida que harán de ella una mujer distinta y libre.

Antón leyó el libro no una sino dos veces y le gustó tanto que esto dio lugar a otro tipo de relación entre ellos. Empezó a escribirle y a mandarle, con asiduidad, libros escritos por él mismo. En sus cartas bromeaba y le decía que ella (Marta) era su John (el Dios de la Harley) y que había aparecido en su vida para infundirle ánimos como John a Christine en la novela.
Recibía a vuelta de correo poemas, cartas y novelas suyas firmadas y dedicadas con todo cariño ¡No podía creerlo!
Siguieron cuatro años de correspondencia sólo interrumpida por las recaídas de él que vivía ya los últimos cuatro años de su larga vida.

Hablaban por teléfono con frecuencia y llegaron a tener un inolvidable amistad sobre todo para Marta que se sentía muy honrada y que se emocionaba hasta las lágrimas al tener la oportunidad de leer dirigidas a ella (se sentía afortunada) tan interesantes y bien escritas cartas
Para él, aquello, resultaba estimulante y divertido. Seguían las llamadas, las cartas, los envíos de libros. Poco a poco, y no precisamente por boca de Antón, fue descubriendo Marta que nacido en 1921, había sido siempre un hombre de talante liberal. En la España de Franco y en 1957 había acabado en Carabanchel, donde se había forjado aún más su personalidad rebelde, habiendo coincidido, como ocurrió, con otros críticos del régimen como Tierno Galván, Joaquín Ruiz Jiménez con los que hizo causa común.

Marta estuvo siempre muy orgullosa de su relación con Antón, guardaba las cartas como un tesoro, junto con los libros y sobre todo se sentía muy satisfecha al ver que él esperaba las suyas con impaciencia y que las valoraba cómo estimulantes y divertidas. El último día que hablaron fue aquel tan triste en que en Nueva York fueron derribadas las Torres Gemelas.
La salud de Antón Menchaca Careaga empezó a sufrir más o menos por entonces un bajón parecido y cayó en picado como los edificios en cuestión.

Lo único que sobrevivió acrecentada fue la antes debilucha autoestima de nuestra señora del montón: MARTA.

No pudo acudir como le hubiese gustado al Homenaje Póstumo que en Bilbao, su ciudad natal, le organizaron en la sede de La fundación Menchaca Careaga. La familia avisó casi de víspera y de Motril a Bilbao, hay algo parecido a “una buena tirada” Le hizo ella su propio homenaje en el recuerdo y no olvidándolo nunca.

Ángela Magaña