domingo, 20 de diciembre de 2009

IMPATIENS

Dicen que las flores tienen sentimientos y que, por las noches, lloran sus penas. Los humanos, en su ignorancia, llaman rocío a sus lágrimas… y, siempre tan crueles, admiran y cantan a esas gotitas que bañan los pétalos.

Una joven bella, de larga cabellera se bañaba desnuda en las aguas de un río. Pasó por allí un paje, casi niño, y al verla tan hermosa se quedó petrificado Y fue incapaz de moverse de allí. Salió la doncella del agua y se dirigió hacia él, pero lo ignoró y se limitó a pasar a su lado alejándose luego.
Clavado quedó el doncel en el prado y poco a poco fue marchitándose en su dolor, hasta que murió.

De amor fue la muerte aquella, y cuando llegó la primavera el campo floreció llenándose de pequeños brotes. Paseaba la joven por allí y encontró un gorrito de terciopelo rojo que le hizo recordar al muchacho que el verano anterior la había observado con embeleso. Comprendió lo que había ocurrido y fue ella la que derramó lágrimas sobre los brotes. Surgieron aquí y allá bonitas flores a las que ella llamó “impatiens”
El llanto de la doncella, castigo a su arrogancia, siguió brotando y se confundió con el rocío que cubría las flores. Fue la única consumación de su amor tardío con el joven doncel.

domingo, 13 de diciembre de 2009

ENFOQUE SOCIAL DE LA DIABETES

Me estrené en mis dulzuras a los 11 años y de eso hace “hartá años” (estoy en Andalucía ¿se nota?)

Nunca jamás he dejado de ir a ninguna reunión por no poder comer/ beber como los demás, no diabéticos, mortales. Pero el destino se pone pesadito y reiterativo conmigo. Mi marido se ha unido a nuestro inmenso grupo y hace ya años que es, también él, dulce. Uno más con los mismos problemas… Pretende que no vayamos a casi ningún jolgorio, con comida incorporada, para no salirse del régimen. Dice que no tiene fuerza de voluntad.
Y ahí surge la discrepancia. ¿Qué es más importante: relacionarse con quien te apetezca o la comida?
La verdad es que nuestro menú puede ser tan variado y estupendo como cualquier otro, con lo cual yo no sufro ni un poquito. No nos ponemos de acuerdo y finalmente hemos optado por hacer casi siempre lo que nos apetece a cada uno: él se queda y yo me voy. Nos llevamos muy bien, así es que ¡todos contentos!
Pero ¿No merecería este tema un pequeño debate?

martes, 8 de diciembre de 2009

CRONOS ¡dios!... ¡Qué digestiones tan pesadas!

CRONOS ¡dios!... ¡Qué digestiones tan pesadas!
Ni siquiera los dioses del Olimpo podían vivir tranquilos.
CRONOS no sosegaba. Era el supremo dios de los Titanes pero estaba preocupado. Era consciente de que no podría mantener su alto estatus, para siempre.

Le habían vaticinado que uno de sus churumbeles se le subiría a las barbas algún día. Tomó una decisión drástica: se los iría comiendo conforme fueran naciendo. Así fue, los devoró a todos: Hestia, Hera, Deméter, Poseidón y Hares.

Rea, su esposa y madre de las criaturas, estaba empezando a hartarse. Vivir con un hombre resulta difícil, pero aguantar a un dios de por vida (y con tan buen apetito) era más de lo que ella podía o quería soportar. Cuando se quedó embarazada de nuevo, se quitó de en medio y cuando salió de su escondite le ofreció a Cronos una piedra envuelta en los pañales, previamente marraneados, por el cachorro del dios. Cronos, se dejó engatusar por las carantoñas de su esposa y, sin advertir la diferencia, se comió aquello que el creía que era un bebé.

Pasaron los años y Zeus creció. Decidió recuperar lo que le correspondía y un buen día dio a beber a Cronos (su padre) una pócima. Zeus frente a él que sonreía y le miraba a los ojos, no desconfió y apuró la copa hasta el final.
Cronos se puso muy malito y regurgitó todo lo que antes se había comido. Los pañales y la piedra primero, Hestia, Hera, Deméter, Poseidón y Hares, en ese orden, al final.

Después de una digestión tan prolongada y pesadísima, suponemos, se debió quedar más ancho que largo. Se le debieron quitar, para siempre, las ganas de comer tan a lo bestia, por muy dios del Olimpo que hubiese sido.
Los Titanes, derrotados, fueron enviados a los abismos y
Zeus y sus hermanos se repartieron la creación como les apeteció.

Zeus se convirtió en dios del cielo y soberano olímpico; para Poseidón fueron las profundidades y el mar y a Hades le correspondió el inframundo y… siguieron siendo dioses, lo que no les impedía enamorarse entre ellos y de los humanos cada vez que se les antojaba.

¡Muy caprichosos los dioses del Olimpo!