martes, 8 de diciembre de 2009

CRONOS ¡dios!... ¡Qué digestiones tan pesadas!

CRONOS ¡dios!... ¡Qué digestiones tan pesadas!
Ni siquiera los dioses del Olimpo podían vivir tranquilos.
CRONOS no sosegaba. Era el supremo dios de los Titanes pero estaba preocupado. Era consciente de que no podría mantener su alto estatus, para siempre.

Le habían vaticinado que uno de sus churumbeles se le subiría a las barbas algún día. Tomó una decisión drástica: se los iría comiendo conforme fueran naciendo. Así fue, los devoró a todos: Hestia, Hera, Deméter, Poseidón y Hares.

Rea, su esposa y madre de las criaturas, estaba empezando a hartarse. Vivir con un hombre resulta difícil, pero aguantar a un dios de por vida (y con tan buen apetito) era más de lo que ella podía o quería soportar. Cuando se quedó embarazada de nuevo, se quitó de en medio y cuando salió de su escondite le ofreció a Cronos una piedra envuelta en los pañales, previamente marraneados, por el cachorro del dios. Cronos, se dejó engatusar por las carantoñas de su esposa y, sin advertir la diferencia, se comió aquello que el creía que era un bebé.

Pasaron los años y Zeus creció. Decidió recuperar lo que le correspondía y un buen día dio a beber a Cronos (su padre) una pócima. Zeus frente a él que sonreía y le miraba a los ojos, no desconfió y apuró la copa hasta el final.
Cronos se puso muy malito y regurgitó todo lo que antes se había comido. Los pañales y la piedra primero, Hestia, Hera, Deméter, Poseidón y Hares, en ese orden, al final.

Después de una digestión tan prolongada y pesadísima, suponemos, se debió quedar más ancho que largo. Se le debieron quitar, para siempre, las ganas de comer tan a lo bestia, por muy dios del Olimpo que hubiese sido.
Los Titanes, derrotados, fueron enviados a los abismos y
Zeus y sus hermanos se repartieron la creación como les apeteció.

Zeus se convirtió en dios del cielo y soberano olímpico; para Poseidón fueron las profundidades y el mar y a Hades le correspondió el inframundo y… siguieron siendo dioses, lo que no les impedía enamorarse entre ellos y de los humanos cada vez que se les antojaba.

¡Muy caprichosos los dioses del Olimpo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gusta que me sigáis
, así es que gracias por vuestros comentarios amigos.