sábado, 28 de junio de 2014

 ME ESTOY QUEDANDO FRITA.

Sábado, 28 de junio de 2014

Por fin me siento…vaya día,  cansada con dolor de rodilla y encima no es día para quejarse de la edad, todo ha ido de aguerridos ancianitos en la radio, un señor de  102 años…  que hablaba “todo seguido”, en italiano creo, sin interrupciones del tipo “¿De qué estaba yo hablando? “ y esos fallos de memoria que yo tengo, YA.  ¡102 qué barbaridad! y recordaba el asesinato del Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. Otro mundo, habrá vivido las dos guerras y  mil acontecimientos. Ese tío debe ser el mejor personaje para una novela, también interminable.  Me estoy durmiendo aquí y luego  me voy a  la cama y  me espabilo. 
Mucho también sobre Ana Mª Matute ¡88 años!  Feliz hasta el final y proclamándolo a los cuatro vientos. No solo comunicaba por la escritura así de bien,  le gustaba cogerse de las manos con otras personas porque era otra maravillosa forma de comunicación, decía ella. ¡Encanto de mujer!
 La edad ¡a freír espárragos la edad! Si ahora resulta que la experiencia son puntos. Uy se me contagia el optimismo de la Matute a estas alturas, la pobre. Olvidado Rey Gudú… casi no la recuerdo, debí leerla poco después de que la publicase.
En fin, el día de hoy qué poquito me ha cundido. Este hombre no me deja hacer nada, tanta solicitud ahora que yo quiero aprovechar bien el tiempo, escribir y hacer mil cosas. No me deja un segundo de tranquilidad, solo ahora, aquí en mi sillón puedo  disfrutar de un momento de soledad  ¡Me duermo! No me queda más remedio que acostarme, intentaré descansar  al amor de sus ronquidos…  A la cama pues y mañana si, con un poco de suerte, hay fútbol o tenis el día me pertenece… 

En el autobús.

Jueves, 19 de junio de 2014.

¡Qué dominio el mío! Esto es como montar en bici; no se olvida. Mi juego de rodillas en el bus lo adquirí en los doce años de cole y todavía casi me divierten los frenazos… aflojo las piernas, me agarro, ¡vaya bote! me AFERRO  más bien y ¡hala, a vacilar!  Me viene de miedo que se me vaya un poco la olla a ver si me relajo después del día de curro de hoy. He repetido lo mismo a un montón de señoras 200.000 veces, me voy a convertir en un loro… ¡Plasta!!! Me siento un ratito antes de que ese señor me deje su asiento, me entra un complejo de ancianita que no veas, cuando me jubile creo que me resignaré pero ahora me cuesta trabajo hasta dar las gracias; y encima el que hacía ademán de ir a levantarse peina más canas que yo que para algo me las tiño ¡claro! Bueno ¡ni caso! Qué dichosa costumbre tiene la gente de hacer tapón en la parte delantera, con lo poco que cuesta avanzar un poco más. Ese señor me recuerda a un actor de cine, creo que es uno que hacía siempre de abuelito encantador.  ¡Es él!  Juan Antonio Quintana se llamaba, qué raro que yo lo recuerde. Tiene buena pinta, tan delgadito, se parece a mi padre.  Por eso me caía tan bien… ¡que mayor está el pobre!  Un asiento libre a su lado. ¡Voy para allá!
Anda me sonríe: “Hola,  Cuánto me alegro de conocerle… uy que ya he llegado, tengo que bajarme” ADIOS.

miércoles, 14 de mayo de 2014

COMIDA EN SOLITARIO


A comprar tabaco, les he dicho… lo que voy a hacer es tomar fuerzas con media de ostras y un verdejo fresquito. Todavía tengo tiempo.  El móvil se ha quedado en mi mesilla; ¡Mejor, así me dejan en paz!

Vienen todos a la comida de Navidad ¡Qué latazo!

En esta mesa mejor,  en la barra me pueden ver desde la calle. Dichosas fiestas: ¡vaya nochecita nos dieron! Yo allí aguantando y mi “bella madre” como dicen los franchutes, dando por saco, ¡SUEGRA! y va que se mata. Mi suegro, el pobre, “acongojado” como siempre. No se atreve ni a rechistar. Todos estábamos violentísimos y Marta más, encima de lo que curró para prepararlo todo: lo de anoche y la comida de hoy.

Voy a pedir otro vino y… ¡eso! Unas gambitas, muy bien y deje aquí la botella.
Y en la radio dale que te pega con La Nochebuena se viene la nochebuena se vaaá… menos mal que se va, caramba.
 Y ahora mis cuñados con sus monstruitos ¡Lo que faltaba!
La próxima Navidad, solos los dos, nos hacemos un crucero a Madeira ¡Por éstas!
¡Bueno! Eso si se le pasa el rebote que debe estar cogiendo hoy ¡Claro! Se le pasará… supongo.

“¡Camarero! Un changurro, de esos…  ya me comería y aquel lenguado; a la plancha, por favor ¡Anda se ha acabado el vino!
Mejor sigo con cava. “¡Oiga! mire: Una botellita de esas. Seco, por favor”
 Me siento bien, ahora  ¿No tengo ganas de cantar?... bueno, por lo bajito, para que no me oigan: “Ya vienen los pelmas… o eran los Reyes ¡qué lío!” ¡Qué risa!


Otro punto de vista:
¡Qué raro ese señor que viene solo! Da la impresión de querer ponerse en un sitio que no se vea desde la calle.

¡Vaya! Se sienta en la mesa del rincón, aquí cerca. Le pide al camarero media de ostras y un verdejo. Bebe despacito y lo saborea… Las ostras ¡ja! Como le gustan.

Se rebusca en los bolsillos, parece que se ha olvidado el móvil. Lo veo pensativo ¿en que tendrá la cabeza? Por un momento presta atención a la radio, a los villancicos  y suelta un ¡Puaff…!bastante despectivo. No sé qué le pasa a este hombre.

Vuelve a cavilar,  pide otro vino y las gambitas que le propone el camarero las acepta con gusto. Cuando le servía la segunda copa, ha trincado la botella y pide que se la deje en la mesa… se va animando por momentos.

¡Lleva  buena, la botella! Ahora se pone a hablar como los de los "8 apellidos vascos":
“Un txangurro: ya me comería y para luego un lenguado a la plancha”
 ¡Caramba! Ahora quiere una botella de cava, de “brut”. Se está poniendo tibio pero se le ve cada vez más feliz y empieza a canturrear en voz baja. Se ríe. Este tipo es verdaderamente gracioso.

Voy a tener que tomarlo de ejemplo  yo que estoy aquí, aburrido, pendiente únicamente de lo que hacen los demás y hoy precisamente: día de Navidad. No es el mejor día para comer solo, pero él tan contento. ¡Lo qué son las cosas!





sábado, 10 de mayo de 2014

MONÓLOGO

Monólogo.


¿Qué ha sido mi vida? Montón de veces he renovado mi DNI. Mi juventud corta pero bien distribuida: vivía en Madrid, veranos con mis abuelos en un pueblo riojano, donde más que una niña parecía una cabra: monte arriba, monte abajo sacando todo el partido a la naturaleza tan rica en frutales y hortalizas, con un río límpido y aquellos montes habitados  por hermosos buitres leonados;  jovencita e inocente, procuraba yo estar limpita y perfumada si me tumbaba al sol, para que notasen que estaba bien viva; excursiones gozosas. Mis hijos, efímeros, crecieron tan deprisa, se fueron tan pronto de nuestro lado…

He tenido la suerte de viajar, al leer las aventuras de Maqroll el Gaviero, me sorprendía la de lugares que, yo también, conocía.

En fin: vida luchada,  trabajada, sufrida y gozada; amores más o menos discutidos, nada aburridos;  balance positivo al fin.

Mi problema de hoy es que ya no fluye de mis dedos la escritura, como antes y es que la madurez me ha traído cierta paz, no odio casi, rabio poco y, curiosamente,  eso era lo que me hacía verter sobre el papel cualquier cosa que me convirtiese en esa “Marta, volcán en erupción” con que me calificaba mi marido.

Rezó de vez en cuando, eso sí,  cuando pienso en mi salud física y mental, y mi oración, como en el chiste es:
¡Virgencita que me quede como estaba! Y es que yo, tras mis veranos entre frutales sé  que lo que viene después de la madurez es ¡LA POCHEZ!
                               

lunes, 17 de marzo de 2014

GESTO EN EL ESPEJO 2. Otro ejercicio

vViernes, 14 de marzo de 2014

Gesto en el espejo.  Otro ejercicio

Desde el pasillo por la puerta entreabierta del cuarto de baño vi su cara reflejada en el espejo:
Rostro redondo en forma de lenteja y su boca en continuas muecas: esbozó primero una sonrisa que quería ser natural  pero se veía forzada, se miraba  fijamente ampliando la abertura de sus labios, pasaba luego a emular una carcajada sin ruido y mostraba entonces ostentosamente los dientes, cerraba, abría y siempre con una visible satisfacción y contento de él mismo patentes en el reflejo.
Su mano derecha (izquierda en el espejo) se acercó al labio inferior y lo ahuecó: otra vez los dientes bien alineados, perfectos  se dejaron ver. Quitó la mano y surgió de nuevo  la sonrisa en aquella boca bien formada.
Fue entonces cuando abrió las mandíbulas de par en par y con las dos manos sacó, primero una y luego otra, las dos prótesis dentales completas y volvió a juntar los labios. La redondez del rostro desapareció en aquel momento y vi los labios hundidos y contraídos en una desagradable mueca surcada de arrugas.  En la frente de un semblante, envejecido ahora, el ceño se frunció y apareció un gesto de desagrado… Apartando la mirada del espejo procedió a limpiar su dentadura recién estrenada.

Ángela.

domingo, 9 de marzo de 2014

SI HUBIESEN PODIDO...



SI HUBIESEN PODIDO…                  -- Domingo, 09 de marzo de 2014

Ejercicio para un lunes cualquiera.

Sobre el sofá, en un cuadro grande, las tres viejas plasmadas en el lienzo  parecían presidir la habitación.  Sentadas en pequeñas sillas de enea  que contrastaban con los cómodos sillones de aquella  estancia, mantenían  la mirada fija en su costura sobre blancos paños.  Su  vestido  negro marcaba el tiempo y el   entorno rural  en el que debieron vivir. Si hubiesen podido alzar la vista el evidente paso del tiempo les hubiese sorprendido.

 Frente a ellas, algo que no conocieron: un televisor y más aparatos con botones que parpadeaban en rojo o verde y marcaban la hora, fugaz,  en medio de una pequeña pantalla.

Muchos libros  alineados unos en la librería, abiertos otros encima de una mesa rectangular en otra  parte de la habitación. Otra mesita con un ordenador, impresora  y  “trastos” varios que pertenecían a  un mundo ajeno a ellas.
Lo más espectacular, sin embargo, era la gran cristalera desde la que se podía ver todo Madrid. Les hubiese llamado mucho la atención si hubiesen podido contemplarlo.

 Un undécimo primer  piso que en su pueblo era algo desconocido e inexistente. La luz entraba a raudales para alegría de las plantas que a un lado y otro bordeaban el ventanal. Sol, mucho más abundante en invierno, en aquel salón tan bien orientado: un calanchoe  pleno de flores rojas y una nolina con su panza hinchada y un enorme penacho de hojas verdes,  esperaban el sol que todas las mañanas incidía sobre ellas desde levante. En el lado opuesto: dos bolas de cactus siamesas más gordas que sandias. Había también un pequeño ágave dentro de un antiguo fanal de cristal  de algún desaparecido cableado eléctrico que reposaba sobre otro recipiente cuadrado, también de vidrio. Parecía un pequeño invernadero cuidado con cariño y esmero.
  En el perdido pueblo de Almería donde las ancianas  fueron inmortalizadas sobre el lienzo  había plantas de esas y de todo tipo; así es que aquello, por lo menos, no les hubiera resultado extraño.

La gran maceta  de los cactus, de cerámica granadina, se apoyaba en un mármol, sobre algo que tampoco les era desconocido: unas patas de metal de una  antigua máquina de coser.

Resultaba también anacrónico para ellas (tan de pueblo) aquella bicicleta estática que, medio escondida detrás del sofá reclinable de la mujer, cobraba vida cada vez que su dueña la usaba al grito de: “¡después de comer mucho, quemar un poco! Risitas de los dos que allí moraban y luego: libro en ristre o con la tele puesta la señora leía o miraba la tele,  y pedaleaba satisfecha.

Por lo demás: más cuadros, algún adorno y otra mesa delante del sofá en la que de vez en cuando reposaban  unas piernas acompañadas, en seguida, por algún suave ronquido.
Pero ellas no podían alzar la vista de su aguja y de aquella tela… 

                                                                 FIN.


Nota del autor: No se sienten Vds. a coser  no les vaya a ocurrir como a estas pobres señoras.  


jueves, 27 de febrero de 2014

ATRAPADA. MIEDO

Lunes, 24 de febrero de 2014

OTRO MIEDO. Para taller novela

La culpa  ha sido de ese bicho  de mierda; y  ahora yo aquí atrapada  y sin saber cómo va a acabar esto.  Mi afán de no perderme la puesta de sol y  ahora me temo que voy a tener que soportar muchas como ésta ¡Nunca podré salir de aquí! Iba yo tan bien, con tanto cuidado de pisar como es debido y va y se escurre la piedra de abajo; no la que aguantaba el peso de mi cuerpo, esa estaba sujeta por el matojo de hierba ¡la de abajo! y deja a la vista ¡un alacrán! negro y repugnante y yo sin pensarlo doy un paso atrás, me hago polvo el tobillo y ¡al suelo! Como quien baja por un tobogán pero haciéndome la puñeta. ¡Qué dolor! Y me quedo nada menos que al borde  de la cuevita que hay a media ladera y la laja plana ¡que no me ha matado de milagro! se desliza detrás de mí y  va y se queda como una especie de toldo tapándolo todo y  ahora nadie me ve desde arriba… Aquí acurrucada, no me puedo casi mover con el pie que me temo que se ha roto y está enganchado de mala manera.  Si tiro voy a provocar una avalancha de piedras. No me muevo, más vale.     
No le he dicho a nadie que me volvía caminando a casa, en Motril, con la panzada de comer y beber que se han dado nadie hacía caso de nadie y me he ido.  ¡Andar, andar! El deporte de las narices ¿seré cretina?
Si por lo menos hubiese caído hasta el mar… con lo profundo que es por aquí hubiese podido acercarme nadando hasta detrás del cabo de Sacratif: a la playa de Torrenueva o a la de Carchuna por el otro lado, que casi está más cerca. ¡Mal, mal! No tengo escapatoria.
Llevo aquí más de dos hora ¡Qué frío y qué dolor. Vaya desastre! Es casi noche prieta, veo en el mar las barcas que han salido a faenar, atraen al calamar con luces deslumbrantes para mí, pero ellos no me ven tampoco. Yo estoy en la oscuridad. Sólo falta que haya por aquí algún otro escorpión de esos asquerosos… y que me pique. Con la suerte que tengo. Voy a rezar a ver si hay suerte pero sacarme de aquí va a ser difícil hasta para el Todopoderoso ¡Qué horror… no puedo más!
Una barca se acerca a faenar justo debajo,  el canchal éste cae tan a plomo sobre el mar...  ¿Y si les alcanzase a pedradas? Lo único que tengo a mano son piedras. Voz ya no me queda y fuerzas: pocas. Lanzo una, lanzo otra y ¡Bendito sea Dios! oigo un juramento (un "cagüentusmuertos") que me suena a música celestial. Casi desnuco a un pescador pero  han mirado hacia mí, dirigen hacia mí uno de los potentes focos  y sacando fuerzas de flaqueza lanzó un desgarrador ¡SOCORRO! 
Me han visto. Oigo un: “Tranquila, espere, ya vamos”
Me desmayo.


Ángela Magaña

viernes, 14 de febrero de 2014

EJERCICIO ANTERIOR CONTADO POR EL ACCIDENTADO



 EJERCICIO PARA EL   17/2/ 2014
Otro punto de vista: El accidentado.

Sigo pedaleando, uno, dos, uno, dos...   ahora es cuesta arriba; disfruto  del paseo, soy el último o casi, pero no me importa, voy con mis amigos, relajado; estamos llegando…  ¿Qué pasa? Alguien grita, me giro a mirar; el alarido es de alguien que nos jalea, tropiezo con mi compañero, nos caemos, mi pierna se engancha con la rueda de mi bici, alguien más se cae y ante su empujón mi pierna cruje, mi hueso: ¡roto! siento un horrible dolor, no puedo soportarlo… ¡Mi pierna! ¡DIOS!
¡Socorro! Necesito ayuda. Pero ¡NO! OTRO GOLPE ¡Mi cabeza! Y ahora alguien me pasa la mano por debajo de la cabeza. Me desangro pero duele menos… Noto la sangre que sale, caliente. Frente a mí una cara asustada, miró sus ojos, intento suplicar aunque no se bien qué, las palabras no salen de mi boca. Duele pero siento que me desvanezco… El dolor va a menos, la cara enfrente de mí se difumina. Los ruidos y voces a mi alrededor se hacen más tibios pero en medio de todo me parece oír el zumbar de una sirena. Me parece un moscardón;  intento sonreír. Es inútil… Me parece que me han puesto una inyección, creo que me han tumbado en una camilla. Ya no siento nada más. ¡Descanso!  
Ángela Magaña.

jueves, 6 de febrero de 2014

MALHADADO BOCAZAS








La bajada al Puerto, atravesaba la vega de Motril.  Al Este la Iglesia del Cerro emergía sobre la vega plena de  aguacates y chirimoyos de hojas tupidas y carnosas que bordeaba  la carretera. Al otro lado por el Oeste: la caña de azúcar que se extendía hasta Salobreña con su hermoso castillo árabe en la cumbre. Al sur la playa: el Mediterráneo y al norte las cumbres de Sierra Nevada agresivamente blancas, resplandecientes. 

Pedro había decidido bajar al mar y descansar así,  un rato, de sus estudios.  Se cruzó con un nutrido grupo de ciclistas que pedaleaba con entusiasmo para subir el tramo final de vuelta  a  Motril.

Por la acera contraria un señor gordo y coloradote  se paró a mirar a los ciclistas.  Imprudente  lanzó un: “¡hala, y  hala!!!” con voz potente y con tanta fuerza que interrumpió el pedaleo de un par de ciclistas que al volverse a mirarlo trastabillaron el uno con el otro cayéndose ellos y tirando a tres o cuatro de los demás. 

 Pedro iba tranquilo hacia abajo mientras escuchaba música con unos auriculares e inesperadamente se topó con el batiburrillo de bicicletas y ciclistas caídos muy cerca de él, en la carretera.
 Súbitamente un  coche que venía bordeando a los deportistas, arremetió contra el muchacho caído al suelo y que presentaba,  de entrada y como resultado de la caída, una pierna  doblada en  imposible  ángulo  por debajo de la rodilla enganchada en el pedal de su bici. 

Siguió a esto una gran confusión. Lamentos de los accidentados y ajetreo entre la gente que acudió arremolinándose por allí y que no sabía muy bien qué hacer. El conductor del coche salió despavorido y al ver lo que había hecho se apoyó en su coche con las dos manos y empezó a darse cabezazos contra el capó, hecho polvo e  histérico.  Pedro sumergido en aquella  pesadilla actuó más o menos mecánicamente y se preocupó sólo de aquel joven que se había precipitado al suelo a sus pies.

Una de las muchas personas que habían acudido debió haber llamado al 112  porque pronto se oyó el ruido de una sirena y una vez la ambulancia aparcada  dos enfermeros  y un médico se hicieron cargo de la situación.
La Policía también se había presentado allí con rapidez y empezaron a hacer preguntas y a intentar ayudar.

       Cuando se llevaron a los heridos y los mirones empezaron a marcharse Pedro se acercó a un  balate de riego que corría cerca y mientras  se lavaba las manos, atónito todavía, y  la sangre se extendía por el agua no dejaba de preguntarse cómo había ocurrido aquello…  tan inesperadamente. Se veía a sí mismo en medio de aquel tumulto  tratando de incorporar al muchacho atropellado; le había pasado  por debajo de la cabeza la mano y notó que ésta se llenaba de sangre que escurría después al suelo formando un charco. En la cara del accidentado no había ni un rasguño pero los ojos espantados del chico se le habían quedado a él grabados  en la retina. El pobre chaval balbuceaba e intentaba decir algo.  Otro herido, al lado, se quejaba y pedía socorro exasperado, pero Pedro se había concentrado en el que yacía a sus pies que le agarraba con crispación la otra mano. 
Al recordarlo minutos después, además de lástima por aquel chico que más o menos tenía la misma edad que él, Pedro pensaba en lo efímeras que son  salud e integridad física. A él también podría haberlo alcanzado el coche, que al frenar bruscamente  se había desviado y arroyado a los ciclistas.

El  hombre que había causado el accidente con aquel alarido, subía la cuesta de regreso a casa. Pedro vio que en su cara había una mueca de estupidez, una especie de sonrisa mema y recordó un dicho que antes le parecía  intrascendente:

“¡Temed más al bobo que al malvado!”

martes, 28 de enero de 2014

EN EL ASCENSOR






EN EL ASCENSOR.

Calle Mayor en Madrid:  en el número14 vivían los abuelos de mi amiga Virginia. 
En aquella vieja casa el hueco del ascensor  con sus recovecos parecía hecho para esconder algo tétrico. La cabina de cristal discurría arriba y abajo con una lentitud exasperante e iluminado por una luz vacilante que me llenaba de aprensión.

Abrí la puerta en el Bajo con el mismo miedo de siempre y me decidí a subir. Para animarme un poco intenté pensar en el Fantasma de Canterville  que, aunque fantasma, me caía bien y me daba casi lástima.
 Apreté el botón del 5º, aquello dio un salto brusco y arrancó despacio con un chirrido lastimero.  Siguió subiendo como si le fallasen las fuerzas y cuando estaba entre los pisos 2 y 3 se paró en seco. Frente a mí, con la vacilación de la luz, uno de los temibles entrantes en la pared parecía cambiar de forma y alojar todos mis miedos. Pocos segundos después, el ascensor reanudó la subida. Lo habían llamado desde el 3º. Entraron dos ancianos...  todo parecía ser viejo allí. No saludaron, no sonrieron, seguimos subiendo. Me miraban con los ojos glaucos de la gente muy mayor y mi imaginación empezó a jugarme una mala pasada. Al menos uno de ellos me miraba sin verme y el otro no resultaba más tranquilizador.
¿Por qué no había subido andando? mis piernas jóvenes me hubiesen permitido huir.

En unos eternos segundos más llegamos al 5º. Me lancé a la puerta que abrí con brusquedad y  a los brazos de mi amiga Virginia que me esperaba extrañada por mi inesperada efusión. En el ascensor quedaron los ancianos y mis miedos.
En casa de los abuelos mi amiga y yo nos metimos en el maravilloso cuartito lleno de TBOs encuadernados y sólo sentí el placer que suponía para mí semejante tesoro.



viernes, 17 de enero de 2014

DE MADRID AL PURGATORIO



Viernes, 17 de enero de 2014

De Madrid al… Purgatorio.

Habitual pero siempre nuevo nuestro paseo por las calles de Madrid; salimos de Reina Victoria y seguimos vía Quevedo y Fuencarral hacia ese escenario digno de “Los Miserables” que es cada día la  Puerta del Sol, aunque…  un poco de sentido del humor lo mejora bastante.  

En una mañana fría de domingo el Madrid nuestro de todos los días. En Sol la consabida manifestación: pancartas, banderas y mala uva, y la gente que no está contenta. 

Vendedores de lotería, limpia botas, Mickies,  Minnies, descabezados, boleros mejicanos, mariachis, manteros y trileros, descuideros, timadores mil en un espectáculo digno de ser observado con detenimiento o…  de huir.

Dos Mickies  se empujan y se insultan, ante el niño atónito y asustado que ha dudado entre uno y otro para la foto.  El padre, con el niño de la mano, pone tierra por medio.

 Una mujer sin cabeza charla con toda normalidad con alguien que está a su lado, arrimo mi oído de tísica y la oigo decir: “… yo como éste siga así voy a perder la cabeza” y pienso: ¡“eso sí que es clarividencia”!

Surge entre nosotros (mi dulce tormento y yo) la habitual pelea: él se extasía ante las inmóviles estatuas vivientes, a mí me horrorizan y le sugiero que no ponga el culo para que le roben ¡Cada día tengo peor carácter! En mi memoria mi amiga Paloma que tuvo que ir a rescatar a su hijo adolescente a un hospital de Barcelona como fruto  de una de esas expresiones de genialidad de las que fue protagonista el joven: le robaron y se quedó vestido de Pensador De Rodin, es decir desnudo, en pleno hampa de una ciudad ajena y hostil para un muchacho bastante iluso, por cierto.

Me llevo de la mano a mi pareja y nos adentramos en Arenal: La música de un cuarteto de jóvenes estudiantes del Conservatorio nos paraliza ¡son buenísimos! Magnífico tenor.  Ensayan y aprenden. Se suma al grupo una recién llegada, joven  y catarrosa,  taza de café en ristre y entonces, todos ellos, nos obsequian con un maravilloso dúo de “La Traviata”. A pesar del catarro suena genial y la gente se anima con las propinas y los aplausos ¡muchos aplausos!  Caen bien ellos y sus archi/conocidas canciones gustan, la funda del violín va acumulando monedas y allí no hay discusión pues nos entusiasman a los dos. Repetimos propinas y escuchamos con agrado. 

Seguimos caminando despacito y ¡oh milagro! Un motorista disparado de su moto surca el aire manteniendo la horizontalidad a tres metros del suelo. Y llega un guardia que conminándole a bajar (orden totalmente ignorada) le pregunta que si tiene seguro ¡Para seguros está el pobre hombre!... el público en masa suelta la carcajada.

 Dejamos atrás la Iglesia de S. Ginés y su coro de pordioseras lamentablemente  tiradas por los suelos. Lecho de mantas sucias y poca psicología por parte de las mendigas que parecen ignorar que los oficios hay que adornarlos con un poco de gracia, mendicidad incluida. La gente aparta la mirada y da por bien empleado el euro dado al quinteto que nos ha arrancado una sonrisa.

 Nosotros con nuestro cupo de asombro colmado por hoy y muy de la manita nos vamos a coger el Metro en Ópera.

¡De Madrid al Cielo!!!