Lunes, 24
de febrero de 2014
OTRO MIEDO.
Para taller novela
La culpa ha sido de ese bicho de mierda; y
ahora yo aquí atrapada y sin
saber cómo va a acabar esto. Mi afán de
no perderme la puesta de sol y ahora me
temo que voy a tener que soportar muchas como ésta ¡Nunca podré salir de aquí!
Iba yo tan bien, con tanto cuidado de pisar como es debido y va y se escurre la
piedra de abajo; no la que aguantaba el peso de mi cuerpo, esa estaba sujeta
por el matojo de hierba ¡la de abajo! y deja a la vista ¡un alacrán! negro y
repugnante y yo sin pensarlo doy un paso atrás, me hago polvo el tobillo y ¡al
suelo! Como quien baja por un tobogán pero haciéndome la puñeta. ¡Qué dolor! Y
me quedo nada menos que al borde de la
cuevita que hay a media ladera y la laja plana ¡que no me ha matado de milagro!
se desliza detrás de mí y va y se queda
como una especie de toldo tapándolo todo y
ahora nadie me ve desde arriba… Aquí acurrucada, no me puedo casi mover
con el pie que me temo que se ha roto y está enganchado de mala manera. Si tiro voy a provocar una avalancha de
piedras. No me muevo, más vale.
No le he
dicho a nadie que me volvía caminando a casa, en Motril, con la panzada de comer y beber
que se han dado nadie hacía caso de nadie y me he ido. ¡Andar, andar! El deporte de las narices
¿seré cretina?
Si por lo
menos hubiese caído hasta el mar… con lo profundo que es por aquí hubiese
podido acercarme nadando hasta detrás del cabo de Sacratif: a la playa de
Torrenueva o a la de Carchuna por el otro lado, que casi está más cerca. ¡Mal,
mal! No tengo escapatoria.
Llevo aquí
más de dos hora ¡Qué frío y qué dolor. Vaya desastre! Es casi noche prieta, veo
en el mar las barcas que han salido a faenar, atraen al calamar con luces
deslumbrantes para mí, pero ellos no me ven tampoco. Yo estoy en la oscuridad.
Sólo falta que haya por aquí algún otro escorpión de esos asquerosos… y que me
pique. Con la suerte que tengo. Voy a rezar a ver si hay suerte pero sacarme de
aquí va a ser difícil hasta para el Todopoderoso ¡Qué horror… no puedo más!
Una barca
se acerca a faenar justo debajo, el
canchal éste cae tan a plomo sobre el mar... ¿Y si les alcanzase a pedradas? Lo
único que tengo a mano son piedras. Voz ya no me queda y fuerzas: pocas. Lanzo
una, lanzo otra y ¡Bendito sea Dios! oigo un juramento (un "cagüentusmuertos") que me suena a música
celestial. Casi desnuco a un pescador pero
han mirado hacia mí, dirigen hacia mí uno de los potentes focos y sacando fuerzas de flaqueza lanzó un
desgarrador ¡SOCORRO!
Me han
visto. Oigo un: “Tranquila, espere, ya vamos”
Me desmayo.
Ángela
Magaña
Me has dejado sin palabras amiga. Muy bueno. Pensaba que era yo la que estaba allí. Jajaja
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