domingo, 21 de febrero de 2010

MARTA Y EL CACHIVACHE MARAVILLOSO

Vivir y dejar vivir era una frase tópica, pero a ella le parecía muy aceptable.

Limpiaba lo menos que podía pero de vez en cuando… Decidió un día eliminar lo inservible y empezó por el trastero.
Acabaría para siempre con el: “Lo guardaremos, por si acaso”
No quería cosas inútiles que almacenaban más y más polvo.
Empezó hurgando en las cajas. En la primera que destapó había objetos de metal: un juego de sartenes de juguete, rollos de cable, portalámparas, un tostador viejo, un Buda rechoncho y mil cosas más. Cogió pensativa el buda y distraída con la mirada perdida (como suele ocurrir) le pasó varias veces la bayeta por la barriga y lo dejó resplandeciente. Abstraída decidió:”Todo esto ¡a la basura!” Volvió a meterlo en la caja y cargó con ella hasta el contenedor más cercano. Siguió un momento poniendo orden y pensó “basta por hoy” y se dejó de limpiezas, por aquel día.

Una de las cosas que más molestaba a Marta era lo mucho que protestaba por todo su marido cuando tenía hambre. Molesto, se ponía bastante insoportable y recordaba un poco al cocodrilo Jacala (el vientre que sobre 4 patas anda) del Libro de la Selva de Kipling.
¡Vamos, que se lo comía todo! Después, ya más tranquilo, su humor mejoraba notablemente y todo iba mucho mejor.
Aquel día a la hora de comer sorprendió a Marta al decirle: “He pensado que tengo que moderarme y ahora mismo me pongo a régimen” y comió con moderación dejando en el plato parte de lo que se había servido.
A la hora de ver la TV y para sorpresa de Marta, pasó de largo sobre los infinitos partidos de football y le dijo “Pongo Viajar, que se que te gusta” Marta no salía de su asombro.
Estaba contento y de un humor excelente y esto era lo mejor.
Los detalles de este tipo se sucedieron.
Se empezó a gustar más, cuando se miraba al espejo. Le cundía muchísimo el tiempo y su salud empezó a mejorar un montón. Si sigo así, pensaba Marta, no voy a poder presumir de ser la mujer más dulce del mundo y es que su diabetes también se suavizaba.
Su vista también se hacía más aguda y a veces pensaba ¡Caramba, qué bien veo ahora!
Los múltiples achaques de Marta se iban haciendo más tolerables.
Recapacitó; repasó los movimientos que había hecho aquel día lejano en que todas aquellas maravillas habían empezado y pensó: a ver si va a resultar que limpiar es buenísimo para la salud… y tristemente se dijo: ¡Cielos Santos, qué horror!
Colorín colorado este tonto cuento se ha acabado.

ANGELA MAGAÑA

sábado, 20 de febrero de 2010

UN VERANO EN PUNTA UMBRÍA

UN VERANO EN PUNTA UMBRÍA


Transcurría el verano de 1969. Vivíamos en Huelva capital. Mi madre, deseosa de reunirnos a todos los hermanos, había alquilado un hermoso chalet en la playa, en Punta Umbría. Los niños nuestros y también los de mi amiga Paloma jugaban en la arena, entre pinos. Los mayores, que no éramos entonces “tan mayores”, alargábamos las frescas noches todo lo que podíamos. Charlábamos hasta las tantas y disfrutábamos de estar todos juntos. Nos acostábamos, después, con ganas de descansar y deseando, sobre todo, que nuestros niños no se despertasen.

Los vecinos del chalet de al lado (perfectos desconocidos para nosotros) se reunían, a su vez, en unas juergas ruidosas y mucho más tardías que las nuestras. Por el tono destemplado de sus flamencas voces y sus desgraciadas palmas, ricas en decibelios, se podía apreciar que el vino corría con generosidad.
Nos volvían a poner en solfa y nos tenían bastante hartos.
Lo aguantábamos casi todos pero uno de los miembros de la familia, el marido de mi hermana Divina, como buen francés que era, no soportaba aquellos alaridos y menos que no lo dejasen dormir.
Un día se acercó a pedirles que no armasen tanto jaleo. Borrachos estaban y como tales le contestaron. Lo pusieron a caldo y pudimos oír barbaridades e insultos de gran calibre. Lo más suave que le llamaron fue cabrón, hijo de puta, franchute… y otras cositas lindas ¡no más!
La pelea terminó de la forma más inesperada. Mi cuñado hablaba muy poco español y a sus exabruptos les contestó (enfadadísimo, eso sí) “¡Feos y además de feos cantan mal!”

Nos reímos tanto, todos, que la sangre no llegó al río… y los otros, que tampoco nos conocían, se debieron quedar asombraditos vivos. ÁNGELA MAGAÑA