lunes, 31 de agosto de 2009

NOCHE DE INSOMNIO

NOCHE DE INSOMNIO

El día tiene 24 horas… y eso es lo que hay. Ni un minuto más. Como resultado de esta investigación profunda comparo este verano mío 2009, con el que pasé el año pasado.
En el verano de 2008 me convertí en el rigor de las desdichas: caíme y fractureme el pubis: triste fractura ¡vive Dios! Me vi postradísima en cama y dependiente de mi impaciente marido. Tengo que confesar que él hizo lo que pudo, pese a lo cual la situación resultó para ambos de lo más desagradable. Sospecho que para mí fue, incluso, peor todavía.

Como todo tiene, aunque parezca imposible, su lado positivo, me dediqué a leer con frenesí y a escribir todo lo que me pasaba por la cabeza. La situación se prolongó. Yo no hago las cosas a medias; una vez que empezaba a ver la luz y a encontrarme bien me entró la euforia de estar recuperada y se me olvidó totalmente mi avanzada edad. Resultado: otro leñazo, igualmente impresionante. Esta vez fue un hombro lo que se me hizo fosfatina.

De resultas: recuperación, visitas al rehabilitador, etc. Meses y meses hecha polvo y atada a mi Motril de mis amores… sin poder moverme de allí.

Y llego ahora a la conclusión (recordemos lo de las 24 horas y ni un minuto más): La euforia de la segunda recuperación la he encauzado, sabiamente, de otra manera y más tranquilita (eso sí) dedico ahora mi limitado tiempo a pasarlo bien, a disfrutar de los míos y a viajar lo más que puedo. Leer, sí leo ¿cómo no?, pero lo de escribir que tiene más relación con darle o no un palo al agua, lo tengo de lo más abandonado. Como, en cualquier caso, es algo que resulta de mi agrado, aprovecho el insomnio que me ha producido la vitamina C de un pomelo que me he comido antes de irme a dormir para sentarme a reflexionar un ratito y a trascribirlo aquí para que quede constancia y me sirva, una vez más de lección.

Pas faire ci, pas faire ça: no olvidarme de que el que tiene 7 años es mi nieto y no yo y… no comer pomelo por la noche. Ahora voy a intentar dormir.
¡Buenas noches!

sábado, 22 de agosto de 2009

EL DON DE LA LLUVIA

Imaginación

Acabo de terminar de leer: EL DON DE LA LLUVIA. Yo debo tener el don de la envidia podrida… Al final de su historia el autor hace saber a los lectores lo de siempre; personajes imaginados y ningún (o casi ningún) parecido con la realidad. Todo ocurre en Penang, una islita bordeada por El Estrecho De Malaya. Narra la ocupación de los japoneses: crueles y despiadados y el dilema en el que se ve el personaje principal (hijo de un inglés y una señora china) que se ve impelido a jugar a dos banderas para proteger a su familia. Bastante trágica la historia, muy bien escrita y muy interesante y ahora es cuando tengo que preguntarme a mí y a los demás mortales que tratan de escribir: ¿de dónde sale semejante capacidad creativa? ¿y la fuerza del relato? Casi me ha sorprendido al final la confesión de que todo es producto de la imaginación del autor. Conforme voy leyendo me veo tan inmersa en la lectura que me parece real. Me lo creo todo y hasta dejo en el aire al alcance de mis pensativas neuronas la realidad o no realidad de las reencarnaciones sucesivas de este maravilloso personaje.
ENVIDIA pues: un grito aflora al teclado de mi ordenador: ¡Yo también quiero!... y lo de que es cuestión de sentarse y ponerse a escribir, ¡NO! no me convence ni un poquito.