sábado, 31 de mayo de 2008

PRIMERA NOCHE DE FARRA

Las tres de la madrugada. Volvíamos a casa excitadas y muertas de miedo. El baile había sido, divertidísimo y el primero para nosotras. Ahora, teníamos que pasar desapercibidas. No teníamos permiso para llegar tan tarde. Ahora pienso, que tampoco se hubiesen enfadado mucho, pero en aquel momento la trasgresión, nos parecía tremenda.
A oscuras, con los zapatos en la mano, subíamos nerviosas y aguantándonos las risitas que la situación nos provocaba. Ya habíamos llegado al primer piso. Faltaban dos más. La casa era grande y tanto mis abuelos, como mis tíos podían despertarse en cualquier momento.
Caserón de pueblo con gallinas abajo, en el corral. La limpieza no era extremada. Noté que algo raro iniciaba, por mi pierna, el camino hacia arriba. Bajé la mirada y allí, al borde de mi calcetín, ya sobre mi piel, la vi. Negra y repugnante: ¡UNA CUCARACHA! Perdí los nervios y mi silencio dio paso a risas mezcladas con lágrimas histéricas. Algo húmedo, se me escapó y a la vez perdí la sensación de ser “mayor”. Volví a ser la niña asustada que se había hecho pis, del susto tremendo

VISTAS A LA MONTAÑA

Jueves, 29 de mayo de 2008
VISTAS A LA MONTAÑA
Agitada era mi vida en aquel tiempo. Tres niños muy pequeños: ocho, siete y tres años y ninguna ayuda de ningún color. Mi casa en el centro de Motril, tenía a pesar de todo, una vista muy bonita a la montaña.
Yo estaba “sentada en el trono”, Con la puerta entornada para no perder a los niños de vista, contemplaba el panorama muy relajadita y además andaba en una tarea ciertamente escatológica aunque no menos importante, por eso.
Llamaron a la puerta y el pequeño de los tres acudió solícito a abrir.
Como una exhalación entró después en el cuarto de baño, dejándolo abierto de par en par y me dijo: “Mamá, el de las cortinas”.
Me encontré con que desde el pasillo, el buen señor, me miraba atónito
Muchos años han pasado, pero supongo que me diría: “Señora, no se levante” o algo parecido.
Dos cosas tengo claras:
Primera: No maté a mí niño (soy una santa)
Segunda. Aquel hombre, desde entonces cada vez que me veía me obsequiaba con la mejor de sus sonrisas.
Cualquier forma de hacer amigos es buena. ¿No les parece? ANGELA MAGAÑA

jueves, 29 de mayo de 2008

PAREJA IDEAL

Difícil es encontrar a nadie que te confiese lo difícil que le resulta la convivencia con su pareja cuando esta es, digamos: “buena gente”. Cuando el partenaire en cuestión es malo, violento, bebedor, jugador, mujeriego o similares no hay problema. El interfecto es mandado a freír espárragos y punto. Si es encantador, en cambio ¡Qué Dios nos coja confesados!
Los viudos, viudas lloran amargamente sus soledades. Sin embargo, se puede observar, en algunos, un halo inconsciente de relajación, como de aquel que, tras muchos años de adaptación sumisa, se encuentra de repente LIBRE, con capacidad de elegir y decidir, aunque se trate simplemente de cosas fútiles.
Se agrava el problema en el momento crucial de la jubilación. La convivencia deja de ser a tiempo parcial y pasa a ser como se dice en los trabajos: “full time”. El carácter con la edad, tampoco mejora. Las manías se agudizan, el mal carácter se hace patente y puede aparecer una falta de aceptación de la edad y de los muchos achaques que traen consigo un deterioro de la situación. La vida en pareja puede entonces hacerse insufrible.
Son momentos… luego viene la pregunta ¿De qué me quejo? Y la constatación de que es bueno envejecer juntos, compartir tantas cosas, tener con quien hablar… ¿tengo con quien hablar?
Otra pregunta es ¿Soy yo o los demás también tienen momentos negros? La sinceridad, me temo, brilla por su ausencia.
Importante dejar de lado la cuestión del control. De jóvenes se acepta bien. Con los años otra de mis preguntas es ¿Tengo yo edad de que me sigan controlando? En cualquier caso este control es hecho de forma inconsciente y es producto de la costumbre después de miles de años. Así es que no merece la pena ser cuestionada. CONTROLAR ¿yo? Será la respuesta.
No olvidemos tampoco nuestra moral judeo/ cristiana que está ahí y todo lo domina.
¿Como vas a dejar sólo a ese ser encantador que te ha dedicado su vida y que tiene (¡HORROR!) todos los derechos sobre ti y encima tiene ya, un cierto grado de indefensión.
Situaciones de este tipo, irreversibles las hay a montones y no mejoran, creo yo, con el paso del tiempo.
De jovencita leí yo en el reverso de una hoja de calendario:
Sueñas con la evasión pero ¡CUIDADO! En este mundo no hay más evasión que la que viene de arriba.
Yo lo interpreté como un escape hacia la espiritualidad (cultura, lectura arte. Mil cosas bonitas) ¡Y perdonen Vds. que mi reflexión de hoy, sea tan gafe! Luego se me pasa. ÁNGELA

viernes, 23 de mayo de 2008

IN ILLO TEMPORE

Era mi colegio, atípico para los años que corrían y para ser monjas, como eran, las que lo dirigían y muchas de las profesoras. Para empezar, insistían hasta la saciedad en que lo verdaderamente importante era que que aprendiésemos. Lo relativo a modales y similares, me atrevería yo a decir que les importaba más bien poco. Incluso me parecía observar que la excusa de haber ido a misa o similares, las irritaba soberanamente. Lo único que allí contaba era que estudiásemos como estaba mandado. Era un colegio francés, las enseñanzas se impartían en ese idioma y se suponía que todo el mundo tenía que hablar, siempre, en francés. Recuerdo un día en que una monja irrumpió súbitamente en una de las aulas y pilló a una de mis compañeras saltando a pata coja, de mesa e mesa, cantando a la vez. "Yo soy el pirata de pata de palo, de ojo de vidrio y de cara de malo" Al ver a la profesora en cuestión, la niña no dejó ni de saltar, ni de cantar; siguió igual pero cantando en francés. Como reacción, creo que es indicativa.
Otra de las profes (no era monja) estaba absolutamente enamorada del Fénix de los Ingenios "Lope de Vega" y nos hablaba de él con entusiasmo, como si de alguien suyo se tratara. Dada mi particular y extremista forma de ser, una de la cosas que me llegaba era cuando decía (Lope) en boca de un D. Juan, suyo: "Yo he nacido en dos extremos, que son amar y aborrecer; no he tenido medio jamás". Sabido es que andaba en liza contra Góngora y siempre del lado de su buen amigo Quevedo. Pienso yo, sin embargo, que más debió amar que aborrecer, ya que tuvo varias mujeres, (la última ya, tarde en su vida, después incluso de haberse hecho sacerdote) y algo así como cincuenta y tantos hijos. Deduzco, de este pequeño detalle, que debió pasar más tiempo amando que aborreciendo. En fin...
P.D. Digna de admiración la forma de trabajar de ese monstruo, que era Lope. Tan prolijo en la escritura, como lo fue Mozart en sus composiciones musicales. En nuestro taller de escritura tanto el profesor, como nuestra ganadora Maite nos aconsejan escribir así, cada día y sin pereza. No estaría de más, pues, que lo tomasemos como ejemplo. ANGELA MAGAÑA

jueves, 22 de mayo de 2008

DE ALGO QUE LEÍ

GRECIA. Una aldea diminuta.

Había una vez en pleno monte, en una aldea griega, una vieja mujeruca que nunca había salido de allí. Cuatro gallinas, un par de cabras, mucho sol y unas cuantas casuchas situadas en lo más alto.La pobre mujer, tuvo en tiempos un marido que murió joven y también un hijo, que un buen día, siendo aún un muchacho, se fue de allí. El hijo, como a veces ocurre con la gente de montaña y clima duro, tenía una habilidad especial para medrar en la vida. Aprendió, progresó y se arrimó como se suele decir a árboles que calentaban bien, de tal forma que, aunque parezca imposible, llegó a ser un gran armador, de los dos o tres más potentes de Grecia. Por supuesto que olvidó a su madre de la que se avergonzaba; claro está. Pero la PRENSA, con mayúsculas, es poderosa y busca noticias despampanantes y cuando nuestro armador estaba en la cumbre de la fama, se descubrió su humilde procedencia. Hurgaron un poco más en su vida y descubrieron a la madre (que no quería vivir de otra manera), compartiendo su existencia con las gallinas y las cabras. Obligado el potentado a "portarse bien", cara al público. Obligó a la mujer a ir a vivir con él y la instaló en la habitación de un hotel de Nueva York, vigilada, por supuesto. Él estaba en aquella ciudad por el momento, así es que le pareció que era la mejor solución. Desesperada, un día consiguió escapar y andando, andando, llegó a las puertas del zoo, cuando ya la tarde comenzaba a caer. Cayó, pues la noche y ella acurrucada en un rincón se dispuso a quedarse allí, ya que nadie se había fijado en ella. Anduvo un poco tanteando las paredes y se sintió atraida por un olor que le recordó su corral. Al tacto notó que había una puerta abierta y después de entrar se acurrucó en la paja del suelo y se durmió, tan a gusto como si hubiese estado en su casa. El horror vino por la mañana, cuando la policía la descubrió en el suelo despedazada por los buitres en cuya jaula se había dormido.

domingo, 18 de mayo de 2008

ESAS ESES

Sus ojos oscuros de mirar sedoso, resaltaban fulgurantes en su carita morena. Oscurito era el bebé y su piel suave en su resplandeciente semblante. Los visitantes se aproximaban a su cuna y su simpatía se hacía patente. Solo como estaba, en aquel hospital y tan chiquitín como era, escasos eran los que pasaban de largo.
Domingo de Pascua… alguien le dio un huevo de chocolate. Su sonrisa se amplió y su manita estrechó el regalo amorosamente. Sus visitantes se fueron, dejando al niño solo, con su pijama amarillo y el huevo de Pascua en la mano. Muy morenito de piel y de ojos negros, pijama amarillo.
Pasaron unos instantes y el panorama cambió. El pijama y el bebé eran, ahora, del mismo color: marrones. El huevo había desaparecido y la sonrisa del niño era, si cabe, todavía más contagiosa. Los ojos los mismos, grandes blancos con fondo negro suave.

sábado, 17 de mayo de 2008

UN VIAJE POR EL MAR DEL NORTE

Un viaje por el Mar del Norte

Marta Salas viajaba acompañada por su marido. Se habían pagado un maravilloso crucero. Estaban en el momento ese, en que las parejas empiezan a recuperar su libertad con respecto a los hijos y la aprovechaban. Se sentían bien cuando estaban juntos, pero se empezaban a hacer patentes las diferentes expectativas de ambos.
Viajaban bordeando las costas de Noruega y sus fiordos y era algo, pensaba ella, de una belleza inimaginable. Paseaba por el barco, procurando no perder de vista el mar y el paisaje, cuando llamó su atención un señor que estaba solo, un anciano. Un anciano pulcro, de pelo blanco y con aspecto frágil y agradable. Tenía algo, la sonrisa quizá y el aspecto bondadoso que le hacían sumamente atractivo. Marta sin pensarlo dos veces se dirigió hacia él y se sentó a su lado. Llevaba ella en la mano un libro “La Fiesta del Fauno” de Vargas Llosa, así es que no hablaron para nada de ellos mismos, la conversación versó sobre la lectura, fluyendo luego fácilmente hacia otros temas de tipo cultural. ¡Cuantas aficiones comunes tenían! Quedó ella subyugada y él no lo sabemos…todavía.
Fueron pasando los días con muy pocos encuentros, saludos fugaces y algún que otro “Qué guapa estás esta noche” por parte de él, cuando en el comedor, se dirigía hacia la mesa del capitán donde tenía su asiento habitual par cenar. El marido, por otra parte, amante de su soledad de dos, cuando lo veía venir decía “Vamos, que viene el viejo”.
Un día en una de las bajadas del barco, en la que todo el mundo andaba cámara en ristre, le dijo ella “Antonio, te voy a hacer una fotos para que tengas un recuerdo” y así lo hizo.

Todo acaba y aquel precioso viaje acabó también. Despedidas, cambios de direcciones, en fin lo de siempre.
Cuando volvieron a casa, Marta le escribió una carta intrascendente contándole como habían pasado el final del verano y le mandó las fotos.
A vuelta de correo, recibió una carta acompañada de un libro que él mismo había escrito. Estaba tan bien redactada y era tan bonita que a ella le llegó al alma. Marta, por aquel entonces acababa de leer “Dios vuelve en una Harley” y para corresponder a su regalo, le envió a su vez, el recién terminado libro.
La empezó, él, a tratar como si fuese para él, ese "Dios" que volvía. Aquello como en "Casablanca” fue el principio de una gran amistad que duró justamente cuatro años, hasta el momento en que él murió, porque su cuerpo se agotó de vejez, no así su espíritu que supongo que si anda por el cielo o por donde sea, seguirá siendo joven e inolvidable.
Sus cartas, poemas a veces, llegaron a ser, para ella muy importantes y para él, las de Marta, una especie de bálsamo en aquellos últimos años de su vida, que fueron de enfermedad y vejez; de hecho él, las describía como divertidas y estimulantes y las reclamaba por teléfono o correo, si se retrasaban.
Se siguieron escribiendo y él mandándole libros suyos, hasta el final. Resultó ser, un gran escritor, cofundador de CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO y colaborador en otros periódicos, de mucho prestigio, también. Todo un lujo para Marta, que disfrutó mucho con su amistad y con sus misivas. Ella guarda sus libros y sus cartas como un tesoro y solo siente no haber podido ir a un homenaje que le dieron cuando murió, en su tierra natal Bilbao, en la Fundación que lleva todavía su nombre: ANTÓN MENCHACA CAREAGA”

jueves, 15 de mayo de 2008

PREMIADO. NAJA, NAJA. LA COBRA. XIV CERTAMEN MOTRIL. 2º PREMIO

Lo vi por primera vez a orillas del Nilo, en un pueblo que se llamaba Edfu. Estaba un poco apartado de los puestos de collares, foulards y artículos de mil clases distintas. Solo un poco apartado, porque el abigarramiento imperaba y no permitía grandes distancias. Vio que me acercaba preparando la máquina de fotos y me miró inquisitivo. Al ver una moneda en mi mano su recelo desapareció y asumió su papel de encantador de serpientes y, esgrimiendo su flauta de bambú, empezó a entonar una suave melopea. Se irguió la cobra y mirando a su amo empezó a balancearse al ritmo de la música. Dicen que este sonido es similar al que emite la hembra y que (¡Oh, el amor!) es a ella a quien buscan.
Llegué al barco que nos esperaba atracado allí cerca y, como solíamos hacer, enseñé las fotos a mis compañeros de viaje. El guía también las vio. El había nacido cerca de allí, con lo cual, para él, el hombrecillo de la foto, no era una leyenda como para mí, sino un vecino más que vivía, de eso, de asombrar a los demás con su dominio de las cobras.
Le tiré un poco de la lengua y fue dándome detalles que me interesaban.
Se trataba parece ser, de una tradición, de algo aprendido por algún abuelo de su
abuelo, algo parecido a un brahmán y que había ido pasando de padre a hijo hasta
Kamal, nuestro hombre, que guardaba celosamente su misterioso secreto.
El veneno de las cobras, según me contó Ahmed, nuestro guía, es una neurotoxina que
corroe los tejidos de tal forma que su mordedura resultaba mortal hasta hace
relativamente pocos años en que los científicos descubrieron un antídoto que hizo que
las muertes causadas por las letales mordeduras disminuyeran considerablemente.
Dos mundos opuestos estaban allí, al alcance de mi mano.


El guía Ahmed era un hombre culto, egiptólogo decía él y como tal explicaba con precisión los detalles de tumbas, templos, pirámides, museos y monumentos con sus
relieves representativos de sus faraones-dioses, en tránsito después de esta vida, hacia otro renacer. Les esperaba, después, un mundo casi igual al que dejaban, pero, en el que ya la muerte no existía. En este viaje debían llevar todo lo que en su nueva vida iban a necesitar: alimentos, ropas, joyas, perfumes y enseres, sin olvidar las barcas para surcar los ríos que a la nueva vida les conducirían. Algunos bajorrelieves conservaban incluso el color y no podía uno menos que pensar qué habría sido aquello cuatro mil años antes, en pleno esplendor.
Los jeroglíficos, que cubrían las paredes de los sarcófagos y cámaras mortuorias, encerraban la historia de los faraones y de sus familias constituidas en triadas como la de Horus, Isis madre y su hijo Osiris. Todo aquello y mucho más, resultó absolutamente imposible de descifrar hasta el relativamente reciente descubrimiento de la pieza clave de la Egiptología: LA PIEDRA ROSETTA que, al mostrar una inscripción trilingüe, permitió a un estudioso francés: J. F. Champollion, desvelar los caracteres de la escritura egipcia y con ello mostrar cómo vivían y descubrir un mundo verdaderamente asombroso.
Kamal, nuestro hombrecillo, había sido instruido por su padre, no sabemos cómo. Lo que sí sabemos es que su primer hijo, su primogénito y él más querido murió a la edad de ocho años y que nunca se supo muy bien por qué.
Nuestro guía nos contó que corrían rumores del por qué de semejante desgracia. Según él, a los futuros seguidores de la tradición se les inyectaba una pequeña cantidad del veneno del reptil, para así inmunizarlos. Se hacía esto cuando eran niños, pero en aquella ocasión la cantidad no debió ser la adecuada o quizá eligieron un mal momento y las cosas se complicaron provocando una muerte innecesaria. El concepto de la muerte es distinto en Oriente, pero éste era el único hijo varón y la aceptación del hecho fue digna de cualquier familia occidental: fatal y trágica.
Poco amigo de dar explicaciones, Kamal no admitía preguntas: "Las serpientes me respetan ", decía sin más.
Habíamos entablado, ya, una cierta amistad con Ahmed, que hablaba castellano casi perfectamente y estaba familiarizado con nuestra forma de vivir, tan diferente a la suya. Afectado por la poliomielitis de niño, sufría una cojera que le dificultaba la marcha y tenía una mano inutilizada casi por completo y aunque nunca se quejaba, un gesto de dolor se le escapaba de vez en cuando. Era un hombre joven, unos 38 años, y su vida debía ser el paradigma de lo que era su país: una mezcolanza curiosa. Compartía su casa con los casi cuarenta miembros de su familia y a pesar de ser el suyo, un país en el que la mujer está relegada a un ámbito de inferioridad, ellos constituían un auténtico matriarcado en el que su madre lo organizaba y dirigía todo. Él estaba casado y esperaba ya su cuarto hijo, pero su mujer se limitaba a seguir los mandatos de la madre de él y los de su marido.
Un día nos llevó en un barquito de vela triangular, una faluca, a visitar una aldea nubia, situada a orillas del Nilo en una de las islas que se llaman Elefantinas. Nos había hablado del porte altivo y elegante de aquellas gentes de sonrisa amable. Era una población constituida por artesanos, auténticos artistas que vendían virguerías, hechas por ellos mismos.
Los niños eran verdaderamente agraciados y cautivadores. Una niña que se llamaba Sara, me medio adoptó y me seguía a todas partes. Le acaricié la carita sonriente y le dije: "Sara, guapa" y más lista que el hambre me contestó: "Tú, guapa", con lo cual, yo que soy abuela y por lo tanto facilona para los críos, quedé totalmente subyugada. Puso en mi mano una muñeca tan graciosa como ella, de las que hacían con los materiales de que allí disponían. Me pidió algo para su mamá: una barra de labios, ya que era algo que les parecía irresistible. Un bolígrafo, un caramelo o algún euro era una pequeña fortuna para ellos, pero no daban la impresión de ser gente desgraciada en absoluto.
Vimos también su pequeña escuela y se divirtieron mucho cuando el maestro nos hizo escribir nuestros nombres en su lengua en la pizarra y también los números. Vivían también de los camellos, con gran esfuerzo conseguí encaramarme a uno de ellos. ¡Qué miedo, qué alto estaba aquello! Iban bordeando un sendero sobre el río, en el que en ciertos momentos creímos todos que aterrizaríamos de mala manera...Pues no, no nos pasó nada y resultó ser muy estimulante, especialmente para Ahmed que, desde la barca en el río navegaba plácidamente, muerto de risa al ver los apuros que pasábamos y el miedo que teníamos.
Volviendo a Kamal y sus serpientes, supimos también que la muerte de su hijo contribuía a la inevitable desaparición de ese legendario ser que es el encantador. En 1972 una ley había prohibido tener serpientes como animales "domésticos" y cuando la policía encontraba a alguno con su flauta y su cobra, no era raro que le confiscasen el animal que era su medio de vida, sin darle a cambio un trozo de tierra o enseñarle algún otro oficio, con el que pudiera subsistir. Por eso nos dijeron, los pocos que quedaban, nunca estaban frente a monumentos o lugares principales.
Quedaban, pues, relegados a limpiadores de granjas o de terrenos que liberaban de reptiles a cambio de unas pocas libras egipcias.
Distinta la imagen real a la que yo tenía en mente de esos hombres, dignos personajes de una novela de Rudyard Kipling.

miércoles, 14 de mayo de 2008

COMPOST

Una cosa se iba haciendo patente, con los años. Sus emociones eran cada día más y más incontrolables. Ella, nunca había sido de lágrima fácil. Él, un poco más. Todos, en casa le tomaban el pelo, cuando veían su emoción aparecer inoportuna cuando Heidy, por ejemplo, se separaba de su abuelito. (Reconozcamos, que daba mucha pena).
Ella tenía cierta tendencia a analizar. No hacía caso de la sabía enseñanza de CONFUCIO cuando decía: Si quieres ser feliz, como me dices: No analices ¡idiota!, no analices. Constataba, que en realidad, las emociones estaban estrechamente ligadas al momento y a las circunstancias. En cierta ocasión, por ejemplo, cuando ella tenía diez y seis años y él se acababa de marchar, lejos, a incorporarse a su primer trabajo...Fue entonces, separados como estaban, cuando ella vio aquella película: ROMEO Y JULIETA en las TINIEBLAS. Él nazi, ella judía, jovencitos los dos. En la dichosa película y justo un momento antes de encender la luz: a él, lo matan. En el cine estaba ella con sus dos hermanas mayores, despiadadas en sus tomaduras de pelo. Aguantó como pudo, pero ya por el pasillo empezó a llorar, no suavemente, a “hipíos”y cuando todo el mundo iba haciéndose paso, despacito, hacia la salida. Cogió ella entonces, el pañuelo que un desconocido señor le ofreció y escondió su cara llorosa en él, como pudo ¡Qué vergüenza!
Estas y otras son las vivencias, supongo, que van conformando nuestro particular compost, del que nuestro maestro dice que hemos de extraer la deseada inspiración.
Ángela Magaña

domingo, 11 de mayo de 2008

La Dicha del Jubilado

LA DICHA DEL JUBILADO.
Tema éste, que no parece en principio prestarse a controversia.
Veámoslo aunque así sea: Ese momento que llega después de haberlo esperado impacientemente, parece ofrecer ni más ni menos que TIEMPO LIBRE para descansar, leer, pasear, hacer deporte y poner a nuestro alcance hobbies varios a cual más apetitosos y dispares. Tantos como diferentes personalidades existen.
Yo le digo a esto. NO, simplemente no! No se equivoque! Cual arma afilada que cualquiera puede esgrimir, pero que será utilizada preferentemente por sus vástagos y como premisa a cualquier petición, saldrá a relucir la frase: Tú, que no tienes nada que hacer..... Y seguirá después alguna petición que le impedirá descansar, leer y todo lo anteriormente enumerado como apetitoso para Vd.
Se sumará a todo esto el tiempo que Vd. tendrá que dedicar a las múltiples "cacas" que le acosarán, ahora que tiene tiempo para ir al médico. Ejemplo: cataratas, reumas varios (usados en masculino, e incluso en femenino, véase "la reuma") y otros achaques múltiples y variados. Considerando, sin embargo, más penoso el primer punto de esta disertación (aparecido en el párrafo anterior)
No olvidemos otro punto: los viajes, que se realizan caiga quien caiga, incluso si hay que pasar por encima de algún cadáver. Así pues. LA JUBILACIÓN ES DURÍSIMA. No lo dude. Sin embargo obstínese Vd. en llegar a ella. Además de lo anteriormente reseñado la jubilación es grande, genial y! MERECE LA PENA! Enhorabuena si la ha alcanzado o está Vd. a punto de ello. ANGELA MAGAÑA

sábado, 10 de mayo de 2008

SEISCIENTAS CINCUENTA PESETAS

Recuerdo que aquel fue mi primer trabajo.
Tenía yo quince años y estaba en el colegio. Mi clase estaba en el tercer piso y olía a tiza y también a ollín, añadido a ese olor inconfundible de una clase abarrotada de jóvenes adolescentes. Llevábamos uniformes que diluían, un poco, nuestra individualidad y en los que nos sentíamos cómodas. Nuestros recreos transcurrían en la terraza de un edificio en pleno centro de Madrid, por lo cual y debido al humo de las chimeneas, los calcetines, blancos al salir de casa, viraban rápidamente al color de la ciudad, el gris.
Aquel día la monja, vino hacia mí y me preguntó si me gustaría dar unas clases, después del colegio. Lo de ganarme unas perras, me pareció una idea fabulosa y así cada día, cuando yo acababa, me dirigía a la Plaza del Ángel, donde ayudaba a dos hermanas, un poco más crías que yo, a hacer los deberes.
Un mes transcurrió y cobré, mi maravilloso primer sueldo. Seiscientas cincuenta pesetas, no lo olvidaré. Increíblemente y aunque era una auténtica niña, yo, tenía novio. Mi estado amoroso era grave, severo y mis compañeras, amigas, familia y monjas lo sabían. Era evidente, el amor se me salía por las orejas. Cogí pues ese primer sueldo de mi vida y me fui a una tienda carísima y prohibitiva del centro a comprar un regalo para mi novio. Uno de los dos que le hice. Una pitillera por un lado y por otro las obras completas de GARCÍA LORCA.
Mi ilusión no tenía límite y la compensación que obtuve tampoco. Allí aprendió ÉL a decirme eso de: DEL BESO QUE A TU RISA LE PREPARO, SE TE VA A DERRAMAR LO MENOS MEDIO.

viernes, 9 de mayo de 2008

DERMATITIS SEBORREICA

Tenía la cabeza sobre los hombros, cuidada y limpita. No podía olvidarla, porque estaba ahí y se hacía notar por medio de picores.
Consultó a amigos, médicos y otras gentes. El resultado fue ese: “DERMATITIS SEBORREICA”. Le fueron aconsejados potingues múltiples, entre los cuales: unas maravillosas vitaminas.
La cabeza, en cuestión, seguía protestando.
El peso sobre ella aumentaba. ¡Más vitaminas y más potingues! Todos muy caros y buenísimos.
La lucha se hizo más y más encarnizada. Con tanta vitamina y tanto cuidado, crecían y crecían. Iban necesitando más y más territorio. Lo defendían con frenesí. Sobrevivían sólo los más fuertes, que ya eran menos. Hasta que un día la cabeza empezó a parecer pequeña, comparada con la vida que albergaba.
Como quien gana una guerra lanzando un misil, aquello acabó gracias a un arma de destrucción masiva. ¡UNA LIENDRERA! Masiva fue la destrucción, en efecto, aunque sólo quedaban los más hermosos. Todos ellos murieron a la vez, bien alimentados, felices después de tanta vitamina.
Ella, la que estaba debajo de la cabeza, reflexionando profundamente, se dijo: “Nunca más volveré a pensar: “De este agua no beberé, ni siquiera, este cura no es mi padre”
Sintió luego, como si se hubiese quitado un peso de encima y su cabeza ligera y renovada ahora, dejó de dar la lata. THE END.

domingo, 4 de mayo de 2008

El MUNDO, un GRAN PAÑUELO

Divagaciones a propósito del machacón: DOS DE MAYO.
Hace ya 18 años que se casó mi hija con un buen chico, de Barcelona. En el gimnasio, donde estábamos, se lo comenté a una buena amiga, francesa (no se puede ser perfecto) y su comentario me dejó pegada a la pared.
Me dijo: “Estarás contenta, ahora ya, tienes una hija europea”. Como una hiena, le dije yo: “No sabía que TU, estuvieses casada con un africano”
Ella está felizmente casada, con un españolito andaluz, que le ha salido “canela” y que con todos los respetos, creo, que no lo hubiese mejorado ningún aguerrido “europeo”.
Le sorprendió mucho, a mi amiga, mi respuesta. (Me eduqué entre franceses, por lo que me debe considerar, “más europea”) Me dijo: “No me podía imaginar que ibas a reaccionar así."
Hoy, le hubiese podido contestar que a los españolitos del “DOS DE MAYO”, tampoco parecía hacerles muy felices la idea de “Ser, por fin, otra cosa que lo que eran: ESPAÑOLES.”
En el fondo, ¿qué somos? Somos sólo: “Los mocos”, en el gran pañuelo que es “El mundo”. Para convivir, nos falta aprender a estar calladitos y un poco de eso que nosotros llamamos “SABER ESTAR” y ellos: los franceses, “SAVOIR FAIRE”.
Estaría bien, de paso que los “franchis” se apearan algún ratito de su pedestal y dejasen, desde arriba, de: “PERDONARNOS LA VIDA”. A nivel personal, quiero decir.

ANGELA MAGAÑA