viernes, 9 de mayo de 2008

DERMATITIS SEBORREICA

Tenía la cabeza sobre los hombros, cuidada y limpita. No podía olvidarla, porque estaba ahí y se hacía notar por medio de picores.
Consultó a amigos, médicos y otras gentes. El resultado fue ese: “DERMATITIS SEBORREICA”. Le fueron aconsejados potingues múltiples, entre los cuales: unas maravillosas vitaminas.
La cabeza, en cuestión, seguía protestando.
El peso sobre ella aumentaba. ¡Más vitaminas y más potingues! Todos muy caros y buenísimos.
La lucha se hizo más y más encarnizada. Con tanta vitamina y tanto cuidado, crecían y crecían. Iban necesitando más y más territorio. Lo defendían con frenesí. Sobrevivían sólo los más fuertes, que ya eran menos. Hasta que un día la cabeza empezó a parecer pequeña, comparada con la vida que albergaba.
Como quien gana una guerra lanzando un misil, aquello acabó gracias a un arma de destrucción masiva. ¡UNA LIENDRERA! Masiva fue la destrucción, en efecto, aunque sólo quedaban los más hermosos. Todos ellos murieron a la vez, bien alimentados, felices después de tanta vitamina.
Ella, la que estaba debajo de la cabeza, reflexionando profundamente, se dijo: “Nunca más volveré a pensar: “De este agua no beberé, ni siquiera, este cura no es mi padre”
Sintió luego, como si se hubiese quitado un peso de encima y su cabeza ligera y renovada ahora, dejó de dar la lata. THE END.

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