miércoles, 14 de mayo de 2014

COMIDA EN SOLITARIO


A comprar tabaco, les he dicho… lo que voy a hacer es tomar fuerzas con media de ostras y un verdejo fresquito. Todavía tengo tiempo.  El móvil se ha quedado en mi mesilla; ¡Mejor, así me dejan en paz!

Vienen todos a la comida de Navidad ¡Qué latazo!

En esta mesa mejor,  en la barra me pueden ver desde la calle. Dichosas fiestas: ¡vaya nochecita nos dieron! Yo allí aguantando y mi “bella madre” como dicen los franchutes, dando por saco, ¡SUEGRA! y va que se mata. Mi suegro, el pobre, “acongojado” como siempre. No se atreve ni a rechistar. Todos estábamos violentísimos y Marta más, encima de lo que curró para prepararlo todo: lo de anoche y la comida de hoy.

Voy a pedir otro vino y… ¡eso! Unas gambitas, muy bien y deje aquí la botella.
Y en la radio dale que te pega con La Nochebuena se viene la nochebuena se vaaá… menos mal que se va, caramba.
 Y ahora mis cuñados con sus monstruitos ¡Lo que faltaba!
La próxima Navidad, solos los dos, nos hacemos un crucero a Madeira ¡Por éstas!
¡Bueno! Eso si se le pasa el rebote que debe estar cogiendo hoy ¡Claro! Se le pasará… supongo.

“¡Camarero! Un changurro, de esos…  ya me comería y aquel lenguado; a la plancha, por favor ¡Anda se ha acabado el vino!
Mejor sigo con cava. “¡Oiga! mire: Una botellita de esas. Seco, por favor”
 Me siento bien, ahora  ¿No tengo ganas de cantar?... bueno, por lo bajito, para que no me oigan: “Ya vienen los pelmas… o eran los Reyes ¡qué lío!” ¡Qué risa!


Otro punto de vista:
¡Qué raro ese señor que viene solo! Da la impresión de querer ponerse en un sitio que no se vea desde la calle.

¡Vaya! Se sienta en la mesa del rincón, aquí cerca. Le pide al camarero media de ostras y un verdejo. Bebe despacito y lo saborea… Las ostras ¡ja! Como le gustan.

Se rebusca en los bolsillos, parece que se ha olvidado el móvil. Lo veo pensativo ¿en que tendrá la cabeza? Por un momento presta atención a la radio, a los villancicos  y suelta un ¡Puaff…!bastante despectivo. No sé qué le pasa a este hombre.

Vuelve a cavilar,  pide otro vino y las gambitas que le propone el camarero las acepta con gusto. Cuando le servía la segunda copa, ha trincado la botella y pide que se la deje en la mesa… se va animando por momentos.

¡Lleva  buena, la botella! Ahora se pone a hablar como los de los "8 apellidos vascos":
“Un txangurro: ya me comería y para luego un lenguado a la plancha”
 ¡Caramba! Ahora quiere una botella de cava, de “brut”. Se está poniendo tibio pero se le ve cada vez más feliz y empieza a canturrear en voz baja. Se ríe. Este tipo es verdaderamente gracioso.

Voy a tener que tomarlo de ejemplo  yo que estoy aquí, aburrido, pendiente únicamente de lo que hacen los demás y hoy precisamente: día de Navidad. No es el mejor día para comer solo, pero él tan contento. ¡Lo qué son las cosas!





sábado, 10 de mayo de 2014

MONÓLOGO

Monólogo.


¿Qué ha sido mi vida? Montón de veces he renovado mi DNI. Mi juventud corta pero bien distribuida: vivía en Madrid, veranos con mis abuelos en un pueblo riojano, donde más que una niña parecía una cabra: monte arriba, monte abajo sacando todo el partido a la naturaleza tan rica en frutales y hortalizas, con un río límpido y aquellos montes habitados  por hermosos buitres leonados;  jovencita e inocente, procuraba yo estar limpita y perfumada si me tumbaba al sol, para que notasen que estaba bien viva; excursiones gozosas. Mis hijos, efímeros, crecieron tan deprisa, se fueron tan pronto de nuestro lado…

He tenido la suerte de viajar, al leer las aventuras de Maqroll el Gaviero, me sorprendía la de lugares que, yo también, conocía.

En fin: vida luchada,  trabajada, sufrida y gozada; amores más o menos discutidos, nada aburridos;  balance positivo al fin.

Mi problema de hoy es que ya no fluye de mis dedos la escritura, como antes y es que la madurez me ha traído cierta paz, no odio casi, rabio poco y, curiosamente,  eso era lo que me hacía verter sobre el papel cualquier cosa que me convirtiese en esa “Marta, volcán en erupción” con que me calificaba mi marido.

Rezó de vez en cuando, eso sí,  cuando pienso en mi salud física y mental, y mi oración, como en el chiste es:
¡Virgencita que me quede como estaba! Y es que yo, tras mis veranos entre frutales sé  que lo que viene después de la madurez es ¡LA POCHEZ!