sábado, 21 de agosto de 2010

PASEO SIN FIN

PASEO SIN FIN.

Arrastraba los pies por el agua fresca, en la playa; el levante soplaba con fuerza y traía arena que le hacía cosquillitas por todo, pero a ella le daba igual. Estaba feliz: le gustaba el mar, las olas, el viento, y el sonido de todo ello; disfrutaba sobre todo de haber conseguido un rato de soledad.
No quería recordar nada de su doméstico día a día. El ruido del mar conseguía que olvidase los alaridos de su marido que habitualmente la llenaban de desazón y que eran imposibles de ignorar.
La naturaleza (había leído) crea mecanismos de autodefensa que podían explicar la sorderilla incipiente que ella estaba desarrollando. Lo que más temía era la tendencia a la amargura que la invadía de vez en cuando. Mejor, pensaba, quedarme sorda que convertirme en una auténtica señorita Rottenmayer gruñona, desagradable... y últimamente se veía como tal.
Lo peor es que él no era malvado pero ¡qué magnifica voz tenía! El hecho de no encontrarla en el momento oportuno (para él) y en el lugar requerido (por él) en el acto, le hacía romper en "¡Martas!" sonoros e imperiosos que la hacían temblar al principio, años atrás, y que la seguían irritando y enloqueciendo más y más conforme el tiempo pasaba.
In the begining, el "Marta" iba seguido de otra palabra, por ejemplo: ¡Maaarta, ¡los calzoncillos!!! o ¡Maaarta, el pantalón gris!!! Pero con el tiempo crecía en él la impaciencia y se fortalecía, con la práctica, su magnifica voz de barítono.
Procuró olvidarlo todo y disfrutar, sin más, del paseo orilla mar.
Un grupo de nudistas la hizo notar que se había alejado mucho, pero siguió caminando.
Vio a unos bañistas que gesticulaban y al pasar al lado se dio cuenta de que era una excursión de gente sorda, muda por lo mismo. Un poco apartado un señor de su edad que, caminaba como ella, se había distanciado de sus compañeros. Sin saber por qué lo miró a los ojos y se sintió al instante atraída por él, por el silencio que le rodeaba y por al expresividad de sus ojos y de sus manos.
Empezaron a caminar juntos, hombro con hombro, y ... así siguieron hasta el final de sus vidas. El paseo fue largo y sosegado. No hubo ya más alaridos y a ella se le quitó el complejo de Srta. Rottenmeyer, su sordera no fue a más y colorín colorado…
ÁNGELA MAGAÑA

2 comentarios:

  1. Ángela muy sugerente tu relato, define muy bien lo que puede se estar agobiada.

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  2. hola Angela
    -------------
    Quizás todo se resuma en que la suerte está en encontrar a la persona oportuna en el momento oportuno.
    O tal vez sea que la playa de la otra parte del río siempre nos parece mejor que la que estamos pisando.
    saludos

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, así es que gracias por vuestros comentarios amigos.