Un cuentecito de nada.
Tenía 4 años pero… era el hermano mayor; otros dos le seguían.
Era domingo, llovía, los pañales recién lavados y estirados sobre improvisadas cuerdas de tender llenaban los pasillos; una estufa encendida en un rincón intentaba paliar el frío y combatir tanta humedad. Sólo la abuela se ocupaba de los niños, la tarde era fría en aquella vieja casa.
Ángel a sus 4 años oía de vez en cuando la dichosa frasecita: “tú que eres el mayor…” El chiquitín de la casa dormía en el cochecito. Ángel pensó: “¿tendrá frío? La abuela, ocupada con la niña de 3 años, no se dio cuenta de que el niño empujaba el coche con el bebé dentro para acercarlo a la estufa encendida. Sorteaba como podía los pañales tendidos por el pasillo y consiguió acercar a su hermano a la lumbre.
Los alaridos del bebé alertaron, por fin, a la abuela. El cochecito de plástico se derretía a pasos agigantados y el crío, rojo y sudoroso, chillaba con todas sus fuerzas.
La ayuda llegó a tiempo y la aterrorizada abuela sacó al pequeño de allí sano y salvo. Ángel lloraba también de oír a su hermano.
Susto mayúsculo que hizo que los jóvenes padres maduraran un poco y se dieran cuenta de que los tres niños eran pequeños, incluido el mayor.
Estuvieron a punto de pagar por esta lección un precio demasiado alto. Estaba claro que el ángel de la guarda había hecho un buen trabajo.
domingo, 15 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hola Angela
ResponderEliminar---------------
Ser el mayor de varios hermanos, siempre fué una putada.
También a veces ser el menor no era para tocar campanas.
Pues al pequeño,
al final, todos le mandaban.
Saludos