miércoles, 18 de agosto de 2010

DIARREA MENTAL

SOLEDAD (cuento surrealista)

Era verano y poner un pie en la calle con aquel calor le parecía suicida, la soledad la llenaba y sentía como si fuese un mazo real y macizo que daba golpes taimados en su coronilla, le dolían las sienes. Decidió coger el coche e ir a dar una vuelta por un centro comercial. Era de natural amable y la gente le gustaba, pensó: si me encuentro a alguien conocido puedo llorar de la emoción, pero sabía que allí nadie le diría ni un triste “Buenos Días”
Las rebajas atraían a masas de personas que tocaban mucho los géneros y compraban muy poco. La tensión de su cabeza iba en aumento con el jaleo. Le entró una extraña sensación de aislamiento, mayor aún entre tanta gente. “creo que soy invisible” pensó y al recordar que su marido en casa, sentado frente a la tele, parecía no advertir su presencia se afianzó en su idea… “Me temo que sí ¡soy invisible!”

Era diabética y hacía tiempo que no se escondía para ponerse la inyección de insulina ni para hacerse análisis y es que la idea hacía ya tiempo que rondaba por su mente. Las señoras mayorcitas, como yo, somos invisibles, la gente no nos ve.
Atacó saludando a vecinos y gastando bromitas amistosas a los niños del vecindario. Pero eso era antes, aquel día se sentía sola abatida y menos visible que nunca.

Abandonó pues el centro comercial y volvió a casa. Su hombre seguía sin verla. Empezó a hacer pruebas: Cogió una camiseta roja de un cajón y se la metió en la cabeza, se puso una hoja de lechuga, sujeta a una oreja y empezó a cantar para llamar la atención: ¡Nada! La mirada, de él, seguía fija en Nadal que, dicho sea de paso, estaba haciendo una buena faena.
Cambió de táctica y empezó a hacerle cariñitos al hombre de la casa y entonces ¡SÍ! despertó de su inercia la cogió de la cintura y le dio un beso de tornillo y de película y la “depre” desapareció
¡Bien! Se dijo: “Soy visible y hasta comestible… debo ser” y se dio cuenta que estaba exagerando, ligeramente, con eso de la soledad.
Nosotros los andaluces... exageramos

2 comentarios:

  1. COMO TODO LO TULLO. ¡¡¡¡SIMPATIQUISIMO!!!!!

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  2. Cuando la soledad sea tan grande
    y de la que no podamos escapar,
    debiéramos de pensar al instante
    que somos monjes y nos toca el meditar.
    saludos

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Me gusta que me sigáis
, así es que gracias por vuestros comentarios amigos.