domingo, 13 de abril de 2008

AMIGOS

No se porque siempre me he sentido atraída por la gente mayor. Puede que sea porque mis padres murieron jóvenes. Quizá ni eso. Simplemente, me gustan. ¡Tienen tanto que contar!
Me ha pasado siempre, incluso antes de ser yo misma talludita.
Siempre ha habido un anciano en mi vida. No fue la primera, pero hubo una Dª Aurelia, a la que quise mucho, con un amor correspondido. En principio, nos unía la diabetes. Creo que ella me adoptó por eso. Era yo, muy jovencita entonces. Ella era una viejecita guapetona, graciosa y pulcra, con mucho sentido del humor. Hablar con ella era una gozada auténtica. Contaba que su marido había sido tan feo, que nunca tuvo que molestarse en sentir celos. Otras cosas, serias y pasadas, contaba ella festivamente y sin hacer tragedia. Por ejemplo: que su padre (y toda la familia con él) se arruinó en el juego, nada menos que en tres ocasiones. "Cuando no puedo dormir,- decía ella- pienso en cosas que me gustan y ¿qué me gusta a mí?- añadía- me gusta el dinero". Así es que sus pensamientos le quitaban el insomnio. Dio la casualidad de que yo estaba con ella, cuando murió y la tenía cogida de la mano en el momento. Nos dijo. "No os preocupeis, hijos, que yo, no me malogro".
La recordaré siempre como encantadora. ¡Ojala esos ánimos, fuesen tónica general! ANGELA

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