jueves, 17 de enero de 2008

Otro mundo

Recién llegada de Egipto ¡Nada menos! Es otro mundo. El Cairo: un caos maravilloso y espeluznante, hoy en día. Diez y ocho millones de habitantes, sueltos por la ciudad, andando, en coche, en bici, subidos a asnos o camellos y locos...¡LOCOS! No hay semáforos o los ignoran, con lo cual cruzar la calle es una aventura. ¡Los taxis! Posiblemente, subida en uno de ellos sientas un calorcito extraño en los pies y mirando hacia abajo compruebes que el suelo casi no existe y que el calor proviene directamente del motor.
Solución eso si, hay para todo. Para cruzar se recurre a uno de los miles de policías (para el turismo) que por allí pululan. Con una encantadora sonrisa él mismo nos cruza, jugándose el tipo también, simplemente, para acompañarnos en la aventura.
Esto sería un aperitivo de lo mucho que hay que contar del Egipto de hoy: aromas, niños sonrientes que se apropian de tí y te acompañan/ persiguen, pedigüeños y listos como el hambre, encantadores de cobras, la oración que se escucha y se ve en los muchos practicantes que oran arrodillados en el suelo, mirando hacia el Este, su Meca.
Contrastes: ¡El desierto, tan desierto y tan ocre. La ciudad abigarrada y la parte fértil, tan verde y tan luminosa y el Nilo inmenso y tan azul!
El Egipto de ayer: ¡QUÉ MARAVILLA!
¡Qué país fue aquel...!4000 años después siguen en pie pirámides, templos, tumbas y palacios con sus grabados y colores siempre vivos. ¡Qué cultura debió ser aquella! Pródigos en dioses frente al actual Islam monoteísta. Con esa fe en la Vida, con mayúsculas, que nace como el sol por el Este y muere como el astro por el Oeste.
El difunto (no necesariamente un Faraón) renacerá, después de un largo viaje en la barca que, junto a todo lo demás que va a necesitar, le dejan preparada junto a su cuerpo momificado y preparado mirando hacia el Levante.
No olvidarán, en su preparación a la otra vida, las vísceras: corazón, estómago, hígado y pulmones. Cuatro vasos, llamados canopos, las contendrán. Cada uno de estos recipientes estará cerrado por una cabeza de animal, representativa también de diferentes divinidades.
Visitamos un poblado nubio que casi fue lo que más nos impresionó. Llegamos en faluca, por el Nilo. Esas gentes que viven del turismo y de sus camellos, encantan por su simpatía, son verdaderos artistas artesanos. Los niños subyugan: guapos, dulces y sabiendo usar una palabra o sonrisa que llegue. Listísimos. Tienen una escuela limpia y pequeña, muy, muy bonita. Dan la impresión de inteligencia natural y de ser felices en su forma simple de vivir.
En cuanto a los camellos. ¡Caramba, que alto es un camello! yo que de joven no me atreví a montar en uno en Canarias por puro canguelo, lo he hecho ahora (presa de la fatalista y garantizada idea de que: "de algo hay que morir"). Pero eso si, aunque joven YA no soy, una vez que me vi subida ahí arriba, el miedo de mi juventud apareció corregido y aumentado y también la pregunta. "¿Qué hago yo aquí arriba?
Nuestro mundo distinto, mejor, peor...¿Quién lo sabe? ANGELA MAGAÑA

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