sábado, 26 de enero de 2008

El patio

La casa gozaba de un espacioso patio, lugar propicio para la intimidad familiar y para los juegos de la niña. En un rincón, un pozo medio cubierto por una parra que trepaba por el pretil esparcía una sensación de frescura muy agradable. En otro extremo, cercano a una ventana cuajada de geranios, un carro de grandes ruedas ambientaba el conjunto. Sobre él, serones y cestos utilizados para faenar. Bajo el porche, una gran mesa y unos cómodos sillones de enea, hacían del patio un lugar acogedor.
Los adultos de la familia llamaban a voces a la pequeña en un afán que ya duraba más de media hora. Empezaban a asustarse, a asustarse mucho. Alguien hizo notar que un par de tablas, de las que tapaban la apertura del pozo, estaban levantadas. Con brusquedad las tiraron todas al suelo y miraron hacia dentro.
En la superficie se reflejaron las tensas caras de los mayores y, entre ellas, la de la niña, que se les había unido. La cría, feliz como nunca, creía que por una vez sus padres jugaban con ella al escondite y sólo la curiosidad la hizo salir del suyo, en el carro, para intentar ver ella también que era aquello que su familia buscaba allí, en el interior del pozo. ANGELA MAGAÑA

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