domingo, 20 de febrero de 2011

MONO

MONO

Cuando se le acababa se venía abajo. Le entraba el mono y pasaba horas o días de desasosiego hasta que volvía a conseguir más; luego, no siempre se calmaba en los primeros minutos. Se empezaba a tranquilizar cuando sus ojos se posaban en él. Lo sujetaba fuertemente entre sus manos lo abría y se lo dosificaba procurando dominar su impaciencia. Inmediatamente su mundo cambiaba y se hundía en otro más nuevo y distinto, más libre y mejor. El viaje solía ser formidable. Algunas veces le duraba más, otras volaba y ¡vuelta a empezar! La última hoja, le producía un extraño placer. Pero luego venía el vacío; le faltaba, lo necesitaba y no podía parar hasta que no conseguía otro. Aquello no tenía cura.
¡Los libros eran su droga!

1 comentario:

  1. Que gran droga son los libros...
    Gracias por la visita, un placer. Un gran abrazo

    ResponderEliminar

Me gusta que me sigáis
, así es que gracias por vuestros comentarios amigos.