sábado, 23 de enero de 2010

MÉJICO

Otro viajecito.
No es pesimismo, pero constato con una pereza perniciosa que: los aviones son estrechos, incómodos y que lo normal, hoy en día, es que el vuelo salga con mucho retraso. Horas mil, estuvimos esperando a la vuelta en el aeropuerto, que se sumaron a las once del viaje, propiamente dicho. Me salvó la vida el segundo libro de Milenio que, gracias al destino, no me cupo en la maleta y llenó felizmente mi espera. Cuando lo terminé casi lloro. Me gustó mucho.

Méjico inmenso me pareció, sobre todo, color. Colores por todo y artesanía laboriosa y naïf de lo más pintoresca. Un país muy religioso lleno de imágenes, crucifijos y gente llena de devoción rezando.
Las pirámides, que ellos llaman templos, muy impresionantes y más todavía los relatos de los sacrificios humanos que hacían a sus dioses sanguinarios. Cuando llegaron los otros, los conquistadores, el pueblo creyó que ellos tambien eran dioses rubiotes y peludos. Ni eran dioses, ni eran tampoco especialmente indulgentes.

El pueblo pobre y artesano ofrece sus mil obras coloridas y que despertaron mi admiración por originales y variadas. Tejidos de lana y algodón, piedras labradas, dibujos, maderas trabajadas con pericia y reproducciones de sus diosecillos y máscaras.

Visitamos unos canales recorridos por barcas decoradas en mil colores y llamadas trajineras. Alquilamos una de ellas y en otras viajaban familias como nosotros, bandas de mariachis vendiendo sus canciones bonitas o más artesanos y proveedores de todo. Cada barca con su nombre de mujer y sus adornos vistosísimos.
El folcklore es variadísimo y alegre.

Nadie nos garantizaba la seguridad en la calle. Los hijos, cuando no nos acompañaban, nos tenían medio raptados. Sólo nos dejaban salir solos por algún barrio seguro: Polanco, por ejemplo, donde viven muchos españoles y es que DF tiene 18 millones de habitantes y calles y calles abigarradas que no ofrecen ninguna tranquilidad.

La comida me pareció sabrosa, bien aderezada y preservándose un poco de los picantes muy apetitosa.

Un detalle curioso es que en el metro (me dijeron) tienen distintos vagones para hombres y mujeres, para evitar abusos.

Me encantó su graciosísima forma de hablar.
En el médico por ejemplo: “Desnúdese, déjese no más, la pantaleta” (¡Con lo fea que es la palabra braga!)
Otro ejemplo: Hubo un accidente en el que murió un señor judío, bastante relevante en esa comunidad y en la radio dijeron que D. lo que fuese: “Había muerto de un helicopterazo”. Con lo cual a pesar de lo trágico del asunto, no tiene el oyente español más remedio que sonreír.
Menos gracioso el: "Ahorita mismo" seguido de una prolongada espera.
Para ellos, los mejicanos, el taco es algo que se come y no algo que se dice cuando se está enfadado. No son nada mal hablados en su vida cotidiana y pública. En su casa, tengo entendido que, tambíén sueltan sapos y culebras, de vez en cuando. Llaman "hocicones" a los que hablan como lo hacemos, con cierta frecuencia, nosotros los españoles.

En fin, hicimos además un viajecito interior para conocer un poco más de ese país tan enorme y todo nos pareció muy bonito. Méjico inmenso y variado… Méjico lindo y querido.

Dos versiones de lo que fue el descubrimiento. Hay quien te habla con cariño de España como "Madre Patria" y otros en cambio rememoran el expolio y es entonces cuando nosotros españoles no sabemos donde meternos.
Dan ganas de decir : "Perdone, pero yo no he sido" o ¿... sí, hemos sido?

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