sábado, 20 de febrero de 2010

UN VERANO EN PUNTA UMBRÍA

UN VERANO EN PUNTA UMBRÍA


Transcurría el verano de 1969. Vivíamos en Huelva capital. Mi madre, deseosa de reunirnos a todos los hermanos, había alquilado un hermoso chalet en la playa, en Punta Umbría. Los niños nuestros y también los de mi amiga Paloma jugaban en la arena, entre pinos. Los mayores, que no éramos entonces “tan mayores”, alargábamos las frescas noches todo lo que podíamos. Charlábamos hasta las tantas y disfrutábamos de estar todos juntos. Nos acostábamos, después, con ganas de descansar y deseando, sobre todo, que nuestros niños no se despertasen.

Los vecinos del chalet de al lado (perfectos desconocidos para nosotros) se reunían, a su vez, en unas juergas ruidosas y mucho más tardías que las nuestras. Por el tono destemplado de sus flamencas voces y sus desgraciadas palmas, ricas en decibelios, se podía apreciar que el vino corría con generosidad.
Nos volvían a poner en solfa y nos tenían bastante hartos.
Lo aguantábamos casi todos pero uno de los miembros de la familia, el marido de mi hermana Divina, como buen francés que era, no soportaba aquellos alaridos y menos que no lo dejasen dormir.
Un día se acercó a pedirles que no armasen tanto jaleo. Borrachos estaban y como tales le contestaron. Lo pusieron a caldo y pudimos oír barbaridades e insultos de gran calibre. Lo más suave que le llamaron fue cabrón, hijo de puta, franchute… y otras cositas lindas ¡no más!
La pelea terminó de la forma más inesperada. Mi cuñado hablaba muy poco español y a sus exabruptos les contestó (enfadadísimo, eso sí) “¡Feos y además de feos cantan mal!”

Nos reímos tanto, todos, que la sangre no llegó al río… y los otros, que tampoco nos conocían, se debieron quedar asombraditos vivos. ÁNGELA MAGAÑA

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